Que con mansedumbre corrija a los que se oponen, por si quizá Dios les conceda que se arrepientan para conocer la verdad, 2 Timoteo 2:25 RVR1960
Queridos amigos, la verdadera oposición en realidad está constituida por todos los que se oponen a Dios.
Están los opositores abiertos y radicales, que no tienen ninguna disposición para escuchar argumentos. También existen aquellos menos radicales en su postura de escuchar, pero no menos radicales en su oposición.
Un gran grupo de opositores se encuentra entre los que dicen creer en Dios, que no se consideran sus opositores, pero observándolos a la luz de la Escritura se determina que son a lo sumo tibios seguidores, que ante una mayor demanda o el menor peligro no dudarán en volver de donde vinieron.
Si está oposición fuese de índole política, es probable que estaría expuesta al desprecio y escarnio del partido dominante, para no decir que podría sufrir de persecución. Esto se da normalmente porque los contrarios son de ideologías diferentes que no comulgan entre sí, lo cual conduce a discusiones, odios y rencillas.
Para cualquiera de los bandos lo ideal sería quedar solos para llevar adelante aquello que consideran mejor, sin importarles demasiado la forma en que los otros son neutralizados.
En tiempos pasados la iglesia católica no dudó en perseguir a los paganos, incluso llegó a la tortura y el asesinato. Por supuesto que en muchos casos los motivos políticos se aprovecharon de los motivos religiosos. Hoy en día existe persecución a los “impíos” en países musulmanes, y también la hay en otros países contra los que se oponen a la religión dominante. No se resignan a convivir con quienes no piensan igual, pues estarían en contra de ellos por ser contrarios a su fe.
La defensa de la fe suele ser un tópico determinante para muchos religiosos, quienes hacen de ello su razón de vida. Se olvidan de que la religión, la religión de Cristo, consiste en creer y hacer lo que Dios manda, sin dedicarse a discusiones y disputas innecesarias.
Quienes manipulan la voluntad de Dios para conseguir sus objetivos carnales son tan opositores de Dios como el incrédulo más recalcitrante, pues están lejos de practicar lo que Dios quiere y requiere. Dicen creer en Dios, pero no están dispuestos a someterse al señorío del Señor Jesucristo.
Se sienten libres de hacer lo que creen mejor, desafiando al Señor de señores y Rey de reyes. ¿Dará Dios salvación a quienes se oponen a su voluntad, concediéndoles que se arrepientan para conocer la verdad? El consuelo de muchos radica en que se irán al cielo de todos modos, sin tomar en cuenta la soberanía Dios, pues Él tendrá misericordia de quien quiera tener misericordia. Eso lo podremos constatar algún día en el cielo o en el infierno.
Los creyentes verdaderos, en contraposición a la postura de los impíos, deben actuar con mansedumbre y humildad, evitando las discusiones y escapando de las contiendas con los que están en error. Jamás deben olvidar que Dios los sacó de su condición de ignorancia equivocada sin forzarlos en lo más mínimo.
El Omnipotente ejerce su poder amorosa y tiernamente. Revela su verdad a través de la gracia, acción que conduce a que los bendecidos puedan conocerlo y reconocerlo como su Señor. Tampoco deben olvidar que la gracia de Dios los sacó de su férrea oposición, de la cual jamás se hubieran podido librar. Sin gracia no solo se ejerce oposición a Dios sino algo peor, como es la rebelión.
Las palabras del Señor Jesús son poderosas cuando se manifiesta como Señor: Lleven mi yugo sobre ustedes y aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallarán descanso para sus almas (Mateo 11:29).
El apóstol Pablo también exhorta a los creyentes, diciéndoles que si alguno fuere sorprendido en alguna falta, los que son espirituales, deben restaurarle con espíritu de mansedumbre, considerándose a sí mismos, que no sea que ellos también sean tentados (Gálatas 6:1).
Finalmente las palabras del apóstol Pedro son de extraordinaria orientación: santificando a Dios el Señor en sus corazones, estén siempre preparados para presentar defensa con mansedumbre y reverencia ante todo el que les demande razón de la esperanza que hay en ustedes (1 Pedro 3:15)
Les deseo un día muy bendecido.