Después le halló Jesús en el templo, y le dijo: Mira, has sido sanado; no peques más, para que no te venga alguna cosa peor. Juan 5:14 RVR1960
Queridos amigos, cuando la gente se encuentra ante una condición extrema es capaz de prometerlo todo, sin embargo, pasado el bache se olvida de sus promesas y quizás cumple parcialmente sólo por el mero remordimiento.
Las enfermedades suelen poner a las personas en tales situaciones límite. Muchos suelen pensar que el mal es a causa de su comportamiento y le prometen a Dios portarse bien para que no les sobrevenga nada más, siempre y cuando los saque sanos y salvos. Se atreven a negociar con Dios.
Jesús acababa de sanar milagrosamente a un paralítico, consiguiendo que éste pudiese caminar. El Maestro había logrado algo humanamente imposible, que en vez de generar alegría estaba provocando polémica.
Es posible deducir que el mal que aquejaba al paralítico estaba relacionado a varios pecados cometidos, pues Jesús le insta, diciendo: has sido sanado; no peques más, para que no te venga alguna cosa peor. Le advierte de no continuar con sus pecados, porque el juicio de Dios puede resultar aún más severo.
No sabemos si “alguna cosa peor” se refiere al infierno o a alguna condición peor que la parálisis que había sufrido. El hecho demuestra que Dios en su soberanía puede castigar por los pecados cometidos cuando así lo decide, más allá del venidero justo juicio y la consiguiente pena de muerte eterna.
El hombre natural suele llevar adelante una vida desordenada en términos espirituales y morales. Basta un botón de muestra de sólo lo que se ve por fuera. La fornicación evidente, el divorcio por motivos egoístas, el jactancioso adulterio, las borracheras y otro tipo de disipaciones visibles (1 Pedro 4:3). Dios es paciente y la mayoría puede continuar con su vida como si nada malo hiciera.
El sufrimiento crónico del paralítico es una tremenda ilustración de la severidad de Dios cuando se trata del pecado que hiere su infinita santidad. Muchos creen en la falsa doctrina de un Dios amoroso que es incapaz de tocar un cabello de sus hijos. Aquí vemos un pequeño ejemplo de lo que es capaz de hacer. Ay de nosotros si nos encontrásemos delante de un Dios airado.
A pesar de lo que está en el hombre, Dios obra con divina paciencia y misericordia. Jesús mostró no sólo su poder sino su generosidad y ternura obrando milagros. Muchos se beneficiaron de su bondad y fueron sanados físicamente, otros muchos más presenciaron sus prodigiosas señales, y de esos pocos dejaron de pecar.
La disposición del hombre natural es constante hacia el pecado. Por su naturaleza caída no puede dejar de pecar. A pesar del libre albedrío del cual goza, no está en condiciones de hacer algún bien espiritual que lo acerque a una relación con su Creador.
Por lo tanto, la orden de Jesús de “no pecar más” no puede dejar de ir acompañada de regeneración espiritual a través del Espíritu Santo, pues esa es la única manera de que alguien pueda acercarse a cumplir el mandato de no pecar más.
Jesús obró su gracia cuando instó al paralítico y a la mujer adúltera (Juan 8:11) a no pecar más. Él vino a este mundo para traer muertos espirituales a vida nueva, a que sus pecados sean lavados con su preciosa sangre derramada en la cruz del calvario, para que sus escogidos no pecaran más.
Les deseo un día muy bendecido.