“Dios no es hombre, para que mienta, Ni hijo de hombre para que se arrepienta. Él dijo, ¿y no hará? Habló, ¿y no lo ejecutará?” Números 23:19 RVR1960
Queridos amigos, estamos acostumbrados a oír mentiras.
Leí en un artículo que cada día estamos confrontados a oír o leer alrededor de 200 mentiras. Éstas se generan en todos los ámbitos en los que nos movemos. Los empleados mienten, los políticos mienten, los hijos mienten; todos mentimos precisamente por nuestra condición de hombres nacidos en pecado.
La herencia adámica es la que Adán nos heredó, se trata de la condición caída del hombre.
Esa naturaleza nos lleva a vivir en pecado, por lo que ningún ser humano puede aseverar que nunca mintió, excepto Jesucristo hecho hombre.
Mentir no solo es faltar a la verdad, sino también ocultar información. La mentira es un instrumento de engaño o de justificación.
Mentimos para quedar bien, para excusarnos, para obtener lo que queremos, para no perder ciertos derechos, para dar una mejor imagen de nosotros mismos, para no ofender o hacer sufrir a otras personas con la verdad, porque no sabemos o no podemos decir que no, para postergar decisiones, por temor al rechazo o al castigo.
Así mismo, solemos retractarnos en diferentes situaciones, cuando por ejemplo miramos unos años atrás y nos sentimos avergonzados rememorando nuestros comportamientos, llegamos a tener pensamientos de retractación.
Al recordar situaciones pasadas las personas tienen la impresión de haber evolucionado, lo llamativo es que en el ahora piensan que ya crecieron lo suficiente como para verse de otra forma en el futuro, piensan que no sentirán el mismo bochorno actual en el futuro, cuando estén haciendo un análisis similar.
Esto sucede porque el humano, en el momento en que se analiza, siente haber llegado a un punto final de desarrollo. El hombre subestima los cambios en sus preferencias, valores y hasta personalidad que en mayor o menor grado se darán en el futuro, lo cual finalmente lleva a que se retracte y arrepienta de diferentes cosas.
Ahora podemos entender por qué la Palabra expresa que Dios no es hombre para mentir ni para arrepentirse.
La naturaleza de Dios es inmutable, por lo tanto, lo que Él promete, cumple. Si Él dice que hará algo en el futuro, tengamos por absolutamente seguro que lo llevará a cabo. Su Palabra es de carácter perfecto y eterno, y está escrito que no pasará.
Bajo esas perfectas condiciones podemos estar seguros que Dios jamás miente y que Él no se arrepiente de nada, porque no cambia sus propósitos y menos revoca sus promesas.
El problema del hombre está en que no tiene el suficiente alcance para comprender los insondables juicios y los inescrutables caminos de Dios. Nadie está en condiciones de entender Su mente, menos de darle algún consejo (Romanos 11:33-35). Eso le lleva al hombre a no creer en lo que Dios manifiesta porque va en contra de su limitado entendimiento.
Precisamente eso fue lo que pasó en la historia de nuestro pasaje entre Balac y Balaam, Balac no discernía que no estaba tratando con un hombre, sino con Dios mismo.
La fe es la única manera que tenemos para confiar plenamente en Dios, porque es la certeza de lo que se espera y la convicción de lo que no se ve (Hebreos 11-1), y por la fe los justos viviremos (Romanos 1:17). Les deseo un gran día bendecido por nuestro Señor Jesucristo