Así que, como por la transgresión de uno vino la condenación a todos los hombres, de la misma manera por la justicia de uno vino a todos los hombres la justificación de vida. Romanos 5:18 RVR1960
Queridos amigos, al pensamiento moderno le resulta difícil comprender esta realidad, comenzando porque muchos creen que la historia de Adán y Eva es solo un cuentito.
Adán, como primer hombre, es el padre de toda la humanidad. Y como padre también es su representante, y como tal, su transgresión tuvo efecto sobre la humanidad a partir de su expulsión del jardín del Edén. El mal acto de un hombre introdujo el pecado y la muerte en el mundo.
Adán transgredió (pecó) al incumplir el mandamiento específico y directo de Dios de no comer del fruto del árbol prohibido. Aunque había sido creado inmortal, murió gracias a su pecado. El quebrantamiento del mandamiento de Dios de un hombre puso a la humanidad en una posición desesperada.
La herencia adámica para sus descendientes, es decir, la humanidad en su conjunto, es el pecado. Todos nacemos como parte de la familia física de Adán y estamos destinados a morir. Toda la humanidad hereda la condición caída de Adán, es decir, una tendencia a pecar, conocida como naturaleza pecaminosa. Por el pecado de un hombre prevalecieron el pecado y la muerte para condenación de todos los hombres.
Ante la condición caída del hombre natural, su mayor problema es el pecado, una ofensa gravísima a la santidad de Dios. Adán heredó un gran problema a la humanidad, pues, gracias al pecado, todos están destinados a morir, no solo la muerte física, sino aquella espiritual (condenación), conocida como la segunda muerte.
Pero gracias a la misericordia de Dios prevaleció la gracia para justificación de todos aquellos que creen en Cristo Jesús como su Señor y salvador. La muerte sustitutiva de Jesucristo justifica de pecados a todo transgresor que esté dispuesto a ir sinceramente tras Él y lo libra de condenación.
La gracia y misericordia del Dios Padre son un regalo voluntario y libre de Dios. De igual manera, la justicia y salvación por medio de Jesucristo son dones libres de Dios. Dios no le debe nada al hombre, sin embargo, actúa con gracia y misericordia sobre los pecadores, que nada merecen, pues su bondad es infinita, aunque nunca deja de actuar con justicia.
La acción de Cristo en la cruz es extensiva a todos los que le pertenecen, de igual manera el pecado de Adán se hace extensivo a todos los que le pertenecen. La humanidad en su totalidad pertenece a Adán, pero solo aquellos que creen (tienen el don de fe) le pertenecen a Cristo.
Gracias a la obra de cruz del Señor Jesucristo, el Dios Padre ha llevado a los convertidos verdaderos a un estado seguro, una condición mejor que la de Adán, pues él pecó y a causa de dicha ofensa su vida cambió radicalmente.
El pecador redimido se encuentra seguro y salvo gracias a la justificación, a través de la cual Dios lo declara justo, condición que le permite un ingreso seguro a Su reino. Los pecados pasados, presentes y futuros han sido perdonados gracias a la muerte sustituta de Cristo.
El creyente genuino puede pecar sin que eso afecte su salvación, pero la disposición de su corazón regenerado es tal que anhela vivir alejado del pecado, y cuando peca se duele mucho y pide perdón sincero al Padre. Es nacido de nuevo en espíritu y en su nueva vida vive para buscar la santidad. Si no tiene dicho comportamiento es probable que necesite convertirse para creer genuinamente en Jesucristo como su Señor y salvador.
Les deseo un día muy bendecido.
“Es mejor decir la verdad que duele y luego sana, que la mentira que consuela y luego mata”. A.R.