En las edades pasadas él ha dejado a todas las gentes andar en sus propios caminos; si bien no se dejó a sí mismo sin testimonio, haciendo bien, dándonos lluvias del cielo y tiempos fructíferos, llenando de sustento y de alegría nuestros corazones. Hechos 14:16-17
Queridos amigos, me ofende cuando escucho hablar a la gente la falsedad de que la adoración a Dios, de cualquier forma y bajo cualquier nombre, es aceptable y válida.
Gracias a Dios, la ofensa y el enojo no se hacen visibles (casi siempre), porque me esfuerzo en recordar la misericordia que el Señor tuvo conmigo.
El típico dicho mundano de que todas las religiones confluyen en un mismo Dios es tan falso como que la conversión a Cristo es por obras, sin embargo, muchos piensan de esa manera equivocada.
Solo la fe, precioso don de Dios, nos lleva a creer y a conocer la verdad. La ignorancia en la que nacimos y los hábitos pecaminosos que arrastramos desde nuestros comienzos son borrados por el poder de Jesucristo en la nueva vida del creyente.
El contexto de los versículos de hoy se enmarca en la visita de Pablo y Bernabé a Listra donde los gentiles creyeron que se trataba de Mercurio y Júpiter, dos dioses romanos, porque Pablo había sanado milagrosamente (con el poder de Dios) a un cojo de nacimiento.
El rechazo innato del hombre natural hacia Jesucristo es muy remarcable, el Señor hizo muchísimos milagros, no obstante, a nadie se le pasó por la mente brindarle algún sacrificio en su honor, más bien, le sacrificaron a Él.
Por otro lado está esta historia en la cual se suscitó un solo milagro y la multitud se puso ansiosa por sacrificar toros en honor de los supuestos dioses.
Ante tan inminente amenaza a la honra de Dios, Pablo y Bernabé rasgaron sus vestiduras y salieron corriendo entre la gente, gritando para que todos pudieran oír, que solo eran hombres, como ellos.
En diferentes circunstancias y por diferentes motivos los siervos de Jesucristo pueden ser honrados indebidamente, por ejemplo algunos pastores, cuando dan curso a malas interpretaciones o errores de personas que les admiran. El hijo de Dios debe cortar este tipo de situaciones de cuajo, con mucho amor, pero de manera enérgica.
El haber hecho el milagro con el cojo tenía que haber sido la base para demostrar el poder de Dios y luego evangelizar a los impíos presentes, sin embargo, tuvieron que hablarles casi con desesperación, explicándoles que era imprescindible que se alejasen de las vanidades en las que vivían y que se acercasen a Dios, el Creador de todas las cosas.
La religión pagana de los griegos y romanos no era otra cosa que infructuosa, vacía, improductiva, frívola, de ninguna sustancia, insignificante, de cero eficacias, sin utilidad alguna, sin poder y sin ningún valor.
El seguir a Cristo es todo lo contrario.
Su situación se tornó difícil y tuvieron que actuar prácticamente contra el reloj, diciéndoles que se convirtieran al único Dios que está vivo, que hizo el cielo y la tierra, el mar y todo lo que en ellos hay. El mismo Dios que en el pasado permitió que todas las naciones siguieran su propio camino, pero jamás las dejó sin pruebas de sí mismo y de su bondad, por ejemplo, les sigue enviando lluvias y buenas cosechas, así como comida y corazones contentos. Qué buen ejemplo de la gracia común que todos recibimos, señales que dejan al hombre sin excusa para su incredulidad.
Quien duda sobre la existencia de Dios solo tiene que mirar a su alrededor para ver infinidad de evidencias de que el Creador no ha dejado de actuar, a pesar de todo.
La historia termina con el apedreamiento de Pablo con lo cual, una vez más, se demuestra la inconstancia del corazón del hombre. Primero lo querían encumbrar como a un dios y finalmente terminan queriendo matarlo.
No busquemos la aprobación de la gente, aunque eso nos haga sentir bien. Vivamos para agradar a Dios, si con ello podemos agradar a otros, que sea bienvenido, caso contrario no perdamos la confianza dejándonos influenciar en nuestros pensamientos y sentimientos, depositemos toda nuestra confianza en nuestro Señor de señores.
Les deseo un día muy bendecido.