Cuando yo dijere al justo: De cierto vivirás, y él confiado en su justicia hiciere iniquidad, todas sus justicias no serán recordadas, sino que morirá por su iniquidad que hizo. Ezequiel 33:13 RVR1960
Queridos amigos, Pilato tuvo delante de sí a la Verdad, que es Jesús, pero no pudo verla, porque estaba dominado por los valores del mundo y no estaba dispuesto a aceptar la Verdad, motivo por el cual terminó preguntando ¿qué es la verdad?, dando a conocer su posición relativista, que es la misma que tiene el hombre natural (Juan 18:38).
Dios permite que tomemos decisiones y que podamos escoger y decidir cómo vivir, su misericordia no tiene límites. En su paciencia permite incluso que el hombre natural tome la decisión de no vivir por el derecho y la justicia verdaderos, pues no tienen cabida en su corazón, porque si conoce la justicia de Dios, no está dispuesto a vivir de acuerdo con ella.
Como consuelo están las buenas obras que muchos suelen realizar, sin embargo, dichas buenas acciones son opacadas por el inevitable pecado, que esclaviza los corazones de los hombres. Por lo tanto, no es posible salvarse por hacer buenas obras, pues el pecado interfiere.
En ese sentido es imposible la existencia de uno solo que pueda ser encontrado justo. Entonces pensar que un justo de este mundo se pueda apartar de su justicia, es una mera forma de exponer la culpabilidad y el castigo que les corresponde a aquellos que no viven en justicia y hacen iniquidad.
Por el otro lado están los impíos que reconocen a Jesucristo como su Señor y salvador, y se convierten en sus seguidores. Esos son los impíos que se apartan de su impiedad, y que desean con anhelo vivir según el derecho y la justicia (Ezequiel 33:19). Pueden ser declarados justos por el Dios Padre, porque la obra de justicia de su Señor recae sobre ellos como una gran bendición, pudiendo ser perdonados de esa manera de su impiedad e iniquidades.
De esa manera no es necesaria ni una sola obra buena, pues al más malo, al que no obró nada bueno en absoluto, le será otorgada, de manera gratuita, la justicia realizada en la cruz por el Salvador, siempre y cuando confiese con su boca y crea en su corazón que Jesucristo es su Señor y que resucitó de los muertos.
La exigencia de justicia en el Antiguo Testamento era la vivir de forma irreprensible, y si el justo se apartaba de la justicia cometiendo maldad, ninguna de sus justicias anteriores se le tomaba en cuenta, siendo su destino la muerte eterna.
Existía (y existe) el deber de amonestar, reprender y advertir a las almas en peligro de muerte. Si el atalaya no daba la señal de peligro el castigo también recaía sobre él, pues se hacía responsable de la ruina de su prójimo y traía sobre sí mismo terrible retribución. Dios envió a muchos profetas para cumplir con este cometido.
Gracias al maravilloso plan de redención del Dios Padre, su Hijo se hizo hombre y murió como tal para que los que en él crean, puedan ser declarados justos.
Existen aquellos que retroceden de su supuesta fe en Jesucristo para volver a su estilo de vida anterior. Ellos serán destruidos por confiar en su propia justicia, pues al volver atrás están presumiendo de su propia suficiencia. Esas personas jamás pertenecieron a la iglesia de Jesucristo, pues nunca fueron regenerados en espíritu, y pueden ser vistos como “justos” que retornan a su iniquidad.
Sin gracia la justicia para salvación no se puede hacer efectiva. Y el poder de la gracia es el que conduce a cambios impresionantes en los impíos, conduciéndolos a caminos de justicia a través de la regeneración de su espíritu y del arrepentimiento genuino. En ellos se observa un cambio radical de vida a favor de la verdad y de la justicia.
Esforzarse por ser bueno en aspectos que parecen relevantes y mantenerse malo de forma deliberada en otros no tiene ningún beneficio y es señal de la necesidad de arrepentimiento y conversión. Dios exige entrega total acompañada de obediencia.
Les deseo un día muy bendecido.
“Es mejor decir la verdad que duele y luego sana, que la mentira que consuela y luego mata”. A.R.