Será como árbol plantado junto a corrientes de aguas, Que da su fruto en su tiempo, Y su hoja no cae; Y todo lo que hace, prosperará.” Salmos 1:3 RVR1960
Queridos amigos, la búsqueda de la felicidad es una constante común para el hombre natural.
El hombre simple condiciona su felicidad a cosas simples, como las posesiones materiales; en tanto que los filósofos, pensadores sofisticados, realizan una búsqueda especial, que los lleva a las más sorprendentes conclusiones. En ambos casos, sus vidas están lejos de la ansiada felicidad, para no decir que son miserables en muchas ocasiones a lo largo de su vida.
Solo Dios puede llenar todos los vacíos del hombre.
Ahora imaginemos un árbol plantado junto a corrientes de agua buena; recuerdo haber visto árboles muy hermosos junto a riachuelos, era evidente que su condición era la ideal. Externamente se los veía sanos y fuertes, un deleite para la vista. No cabía lugar a dudas de que tenían sólidas raíces llenas de vida.
El salmista compara al hombre que tiene sus delicias puestas en la ley de Dios con un árbol que es nutrido con las mejores tierras y aguas. Dice de él, que es bienaventurado, es decir muy dichoso, extremadamente feliz.
Si fuera posible preguntarle al árbol por su estado, la respuesta que me imagino daría, sería: “más feliz no puedo estar, tengo todo lo que necesito”.
Queda claro que quien tiene a Dios en su vida, cuenta con las condiciones que necesita para ser feliz. Quien sigue a Dios lleva una vida muy diferente a la que tuvo mientras andaba en el mundo, tiene un estilo de vida renovado en el cual va negando todo lo que no complace al Señor.
Sobre él se generó un cambio radical, su espíritu que estaba muerto en delitos y pecados fue regenerado por el Espíritu Santo a vida nueva. Internamente sufrió un cambio milagroso, se podría decir que sus raíces, que no se ven, fueron hechas sanas y fuertes en Cristo, para que externamente se vea un árbol sólido y saludable.
Un árbol con raíces sanas da buen fruto, no se marchita con facilidad y sus hojas no caen. Quien tiene a Jesucristo como su Señor fue plantado en excelente tierra y aunque el viento de la tormenta de las vicisitudes de la vida lo zarandee, se mantendrá firme (Isaías 58:11).
Si alguien llegara a notar que sus raíces están poco firmes, que se de por bendecido, es posible que Dios esté tocando su corazón para cambiar su vida. Será necesario arrepentirse de los pecados poniendo plena confianza en Cristo Jesús como Señor y salvador, que murió en la cruz del calvario y resucitó de entre los muertos.
Para contar con un árbol bueno y saludable, es indispensable contar con raíces firmes fundadas en Jesucristo. El fruto que produce un árbol así es bueno y aceptable para Dios.
Personas que obran sin buscar el mal para otros, buscando el crecimiento espiritual de los demás y dedicando su vida a Dios, son comparables a los árboles que dan fresca sombra y delicioso fruto.
Dejemos de buscar la felicidad en el mundo y entreguemos nuestras vidas a Jesucristo, Él nos hará reposar en delicados pastos y nos pastoreará junto a agua de reposo (Salmos 23:2), nos permitirá beber agua viva de su fuente inextinguible y nos alimentará para vida eterna. Si eso no es prosperar, ¿qué será?
Les deseo un día muy bendecido.