Os expulsarán de las sinagogas; y aun viene la hora cuando cualquiera que os mate, pensará que rinde servicio a Dios. Juan 16:2 RVR1960
Queridos amigos, con cuánta vehemencia he recibido alguna vez la acusación de un incrédulo, diciéndome que Dios me juzgará por mis acciones.
El acusador no sabía de cuál dios estaba hablando, aunque conocía sobre el juicio de Dios; tampoco tenía idea del contenido de mi corazón. Mi “pecado” fue hablarle sobre la verdad de la Biblia, tratando de hacerle comprender que no todos son hijos de Dios.
Tal pronunciamiento acusatorio me ha llevado a querer darles la siguiente explicación: De ninguna manera me jacto de ser convertido y de llamarme hijo de Dios, sería irrisorio hacerlo. Estoy muy consciente de mi condición caída y de que solo se puede ser salvo por misericordia y gracia de Dios. Además, sigo pecando más de lo que quisiera. Gracias a la guía del Espíritu Santo puedo andar por el camino de santidad, pero con mi condición carnal llevándome a tropiezos. Dios tenga misericordia de mí.
Me gusta más la idea de describirme como un siervo de Jesucristo, que como un hijo de Dios, porque considero que tengo que servirle mucho todavía, antes que disfrutar del maravilloso estado de ser hijo de Dios.
Volviendo al tema de la acusación, pienso que mi acusador habría preferido infligirme un castigo el mismo momento en que disintió conmigo. Sin embargo, optó por lo políticamente correcto, es decir, indicarme que Dios se ocupará de juzgarme por mis palabras y acciones.
Esta es una pequeña muestra de la persecución que los cristianos podemos recibir por el solo hecho de desear el bien al prójimo enseñándole el Evangelio.
Los tiempos pasados fueron extremadamente terribles para muchos cristianos que tuvieron que sufrir las peores vejaciones imaginables por ostentar su fe en Cristo. Hoy en día existe persecución declarada a los cristianos, por ejemplo, en varios países musulmanes. Quienes vivimos en países donde existe libertad de credos, no corremos el peligro de cárcel o muerte. Sin embargo, la persecución se da de otras maneras, comenzando por tildarnos de locos o cuando menos extraños.
El Señor Jesucristo habló de este tema con sus seguidores para que no se sorprendieran y estuvieran prevenidos de la persecución, el terror y la tribulación. Nosotros, los creyentes actuales, debemos estar preparados para recibir los embates del mundo y de la guerra espiritual, en muchos casos nos sentiremos solos y desamparados, pero estemos seguros que no lo estamos.
Los ultrajes, insultos y afrentas, para con los cristianos, de quienes creen tener la razón, no dejan de ser agravios nada agradables, incluso cuando éstos son hechos en el nombre de Dios. Existe un sinnúmero de personas que fingen celo por Dios y actúan en Su nombre sin detenerse a evaluar que sus acciones van totalmente en contra de la Palabra.
De ninguna manera podemos compararnos con el Señor Jesucristo y sus sufrimientos, los cuales Él cargó en total humildad y obediencia, cumpliendo con lo que ya estaba escrito, porque el Dios Padre así lo había diseñado. Sin embargo, hemos de sufrir en nuestra dimensión los designios de Dios, observando el cumplimiento de las Escrituras.
La Biblia nos enseña que no nos afanemos y tampoco desesperemos. Porque cuán grande es la bendición de contar con la presencia del Espíritu Santo, quien nos acompaña en todo momento. Él nos consuela y nos guía en nuestros sufrimientos y vicisitudes.
No interesa si persecución o tribulación los problemas siempre aparecen. Preguntarnos por qué se dan las cosas de esa manera no nos traerá mucho consuelo, sin embargo, la pregunta para qué nos dará una agradable respuesta: todo ayuda para bien, para nuestro desarrollo espiritual (Romanos 8:28), en la medida en que amemos de verdad a Dios.
Cuando nos encontremos ante alguna adversidad recordemos con gozo que el Señor nos quiere perfeccionar en espíritu. Entreguémonos a ella en oración y con la fe de que pasará. Hasta la noche más oscura tiene un amanecer. Triste sería quedarnos mirando la profunda oscuridad sin tomar en cuenta la presencia de Dios en nuestras vidas, sabiendo que llegará la brillante luz de la mañana.
Gocémonos en Dios y alejémonos de la tristeza del mundo, amando a Dios y desechando al mundo.
Les invito a meditar sobre el tema. Reciban muchas bendiciones.