Respondieron y le dijeron: Tú naciste del todo en pecado, ¿y nos enseñas a nosotros? Y le expulsaron.” Juan 9:34 RVR1960
Queridos amigos, Jesucristo devolvió la vista a un ciego de nacimiento, quien pudo disfrutar de las maravillas de la creación que le habían sido veladas durante muchos años por la falta de visión.
¿Cuánta habría sido la sorpresa del bendecido hombre al poder ver de pronto lo que solamente conocía por descripción? Contar con los sentidos completos para disfrutar de la belleza de la creación es una gran bendición, pues ni el mejor narrador puede expresar lo que nuestros ojos pueden ver ni la mejor descripción puede detallar los deleites del oír y de los otros sentidos.
El ciego recibió una doble bendición. Primero le fueron abiertos los ojos físicos para que pudiese ver la creación y los detalles del mundo, poco después le fueron abiertos los ojos espirituales para creer en Jesús. Un milagro para conocer el mundo a través de la vista, el otro, el mayor, para poder ver que Jesucristo es verdaderamente Dios hecho hombre y que es el Señor.
Todos nacemos ciegos espirituales (aunque hay muchos que sin conocer al Señor Jesucristo dicen ser espirituales), los fariseos que perseguían al hombre ciego también lo eran. En su ceguera espiritual no podían aceptar que el poder de Dios había obrado sobre los ojos del hombre, y que no se trataba de la obra de un falso profeta que hacía falsos milagros.
Deseaban desmentir por todos los medios lo que el ciego afirmaba, que si aquel que le había devuelto la vista no viniera de Dios, nada podría hacer (Juan 9:33). Era un razonamiento muy difícil de refutar. Eso motivó a los fariseos a insultarlo, a acusarlo de haber nacido en pecado y finalmente a echarlo, demostrando estar absolutamente cegados por el orgullo de ser estudiosos, conocedores y cumplidores de la ley. ¿Cómo alguien tan despreciable como el ciego de nacimiento podría querer enseñarles algo a ellos?
Es imperativo para el pecador percibir la necesidad de Jesucristo en su vida para poder valorar sus misericordias. Pero sin ojos para ver espiritualmente eso es imposible. Solo aquellos que son bendecidos con la gracia pueden admitir que estuvieron ciegos y que gracias a la admirable obra de Dios ahora pueden ver.
El hombre ciego no podía creer cómo sus acusadores no tenían la capacidad de ver algo que era tan evidente. De igual manera, quienes han sido bendecidos por la gracia no caben de sorpresa ante el rechazo hacia Jesucristo por parte de los que no pueden ver espiritualmente.
La vida del ciego fue radicalmente cambiada, podía ver y tenía una nueva libertad. De igual manera, aquellos que son llamados por Dios y por fe creen en Jesucristo como su Señor y salvador son llevados a una nueva vida, cuya condición principal es la libertad del pecado.
Cuanto más experimenta el hombre salvo su libertad del pecado, más alejado desea vivir de él. Cuanto más alejado del pecado se vive, más se conoce a aquel que sana. Y cuanto más se conoce a Jesucristo más se confía en Él. Se convierte en un círculo virtuoso, pues cuanto más se confía en el Señor, la probabilidad de pecar se reduce.
Les invito a seguir las palabras del apóstol Pedro: Antes bien, creced en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. A Él sea la gloria ahora y hasta el día de la eternidad. Amén. (2 Pedro 3:18).
Les deseo un día muy bendecido.