Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo. Efesios 4:32
Continuando con el tema sobre el perdón, (puedes leer esta reflexión) hoy quiero esquematizar las formas de perdón.
Primero está el perdón de Dios a nosotros pecadores.
Después está el perdón de nosotros hacia nuestro prójimo.
Luego tenemos el pedir perdón a Dios por nuestros pecados.
Finalmente el pedir perdón a nuestro prójimo por nuestras ofensas.
Hay quienes hablan de perdonarse a sí mismo, en mi entendimiento ese tema está más ligado al ámbito psicológico que espiritual, ya que, si Dios te perdonó tus pecados, ¿quien más que Él como suma autoridad para perdonar? ¿Dudaré de su poder y tendré que perdonarme a mí mismo? Si así fuere lo más probable es que me tengo que convertir a Dios.
«Mirad bien, no sea que alguno deje de alcanzar la gracia de Dios; que, brotando alguna raíz de amargura, os estorbe, y por ella muchos sean contaminados;»
Hebreos 12:15
La raíz de amargura que genera la soberbia al no querer perdonar o el orgullo al no querer pedir perdón, es en definitiva un estorbo para nuestra relación con Dios.
En ambos casos somos piedra de tropiezo, porque llevamos a pecar a otros y por eso dice la palabra que muchos pueden ser contaminados.
Que nuestro Dios ilumine nuestros caminos.