“Porque todos buscan lo suyo propio, no lo que es de Cristo Jesús. Filipenses 2:21 RVR1960
Queridos amigos, el trabajo, la familia, las amistades, el círculo social, las circunstancias del mundo, la salud y varios otros nos distraen en un constante ir y venir, pues si nos es una cosa es otra.
Es una distracción que no la percibimos como tal, pues se trata de las cosas importantes de la vida, que no se pueden descuidar. Muchos se jactan de estar taaan ocupados. Sin duda no es bueno descuidar a la familia o el trabajo ni la salud, pero hay una prioridad mayor.
Sin embargo, como humanos, dentro de nuestra naturaleza, solemos descuidar lo más importante. Para no hablar de los impíos, muchos creyentes cristianos están demasiado preocupados en sus propias necesidades como para dedicarle tiempo a Cristo.
¿Entonces significa que es necesario poner de lado actividades importantes de la vida para dedicar tiempo al Señor? ¿Cuál sería el sano equilibrio entre las actividades del diario vivir y aquellas dedicadas a Dios?
En primer lugar, la mente del creyente verdadero estará puesta buena parte de su tiempo, ojalá todo el tiempo, en el Señor y las cosas que son de Él. No es casual que el apóstol Pablo nos exhortara a orar sin cesar y que además diésemos gracias en todo, porque es la voluntad de Dios para todos aquellos que están en Cristo Jesús (Tesalonicenses 5:17-18).
La oración persistente conduce a tener presente a Dios en la mente, lo cual conlleva un acercamiento a la Palabra y, por tanto, a recordar lo bueno y descartar lo malo. Se podría decir que se genera más y más esa común unión (comunión) con el Dios que se ama.
El estar agradecidos en todo implica reconocer que sin Él nada somos y nada tendríamos, pues todo es de Él y viene también de Él. Si abrimos los ojos por la mañana agradezcamos por un día más de vida para vivir para nuestro Señor. Y si estamos en camino hacia el trabajo, demos gracias y si no tenemos una fuente de ingresos, también alabemos al Señor con un corazón gozoso (Tesalonicenses 5:16).
Es determinante internalizar, que para los que aman a Dios todas las cosas les ayudan a bien (Romanos 8:28), entonces hasta bajo las peores circunstancias no debemos dejar de gozarnos, orar y agradecer.
Si anteponemos a Dios antes de cualquier cosa, no significa que dejemos de trabajar o de dedicarle tiempo a la familia o a los hermanos. Poner primero a Dios significa más bien vivir una vida dedicada a Él realizando las actividades que debemos de realizar, quizás dejando de lado aquellas que no son de crecimiento, como las relaciones sociales que conducen a vanidad.
Ahora bien, Pablo exhorta contra no dejarse nada de tiempo para el servicio cristiano, porque es tanta la actividad que se tiene y son tantas las responsabilidades que se asumen, que no queda espacio en la agenda para trabajar para el Evangelio y la Iglesia.
Es imprescindible que el cristiano recuerde su llamado de servir, pues si es siervo de Jesucristo su deber es servirle. Se sirve a Cristo Jesús cuando se actúa con obediencia, tanto para cumplir con sus mandamientos como con la obra que Él espera que todo creyente genuino realice.
Si nuestras obligaciones y nuestros entretenimientos están ocupando todo sin dejar espacio para trabajar para Cristo, debemos preguntarnos si no es momento de realizar un cambio abrupto y sentar prioridades para vida eterna.
Les deseo un día muy bendecido.