Porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas, derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo, 2 Corintios 10:4-5 RVR1960
Queridos amigos, para la mayoría suena a otra de las típicas exageraciones de los cristianos, el que se esté llevando a cabo una guerra contra el pecado y Satanás.
Es la guerra más larga de la historia, que discurre generación tras generación y terminará con la segunda venida del Señor Jesucristo. Se trata de una guerra espiritual, motivo por el cual las armas de la milicia de los seguidores de Cristo no son carnales, es decir que los métodos humanos no sirven para la lucha.
Es una guerra donde se combate contra el ego y el orgullo humanos y por destruir las murallas de maldad, que Satanás levanta para mantener a la humanidad separada de Dios. En ningún caso las tácticas y estrategias humanas serán efectivas, la única manera para salir victorioso de cada una de las batallas, es valiéndose de las poderosas armas de Dios.
Los impíos no disciernen por qué luchar, por lo tanto, según ellos no existe peligro y continúan su vida ignorantes de las batallas espirituales que se libran a su alrededor. En tanto, los creyentes saben que se encuentran en constante peligro, porque por su carne, por el mundo y/o por Satanás (los tres grandes enemigos) pueden caer en pecado y perder una batalla, dejando que el enemigo avance y tome posiciones.
Las batallas se suelen llevar a cabo en la mente, nuestro ego es especialista para generar argumentos, que pueden llegar a convencernos de alejarnos de Dios. Son ideas y actitudes dominadas por el orgullo, esa típica altivez que caracteriza al humano, que no es otra cosa que una suma de actos de arrogancia contra el Señor.
Pero cuando la altivez está siendo dominada Satanás entra en acción con sus tentaciones. Los enemigos no se separan unos de otros, funcionan como un engranaje perfecto para construir fortalezas que se oponen a la voluntad de Dios.
El verdadero conocimiento de Dios se opone al orgullo, el pecado que llevó a caer a Lucifer y a Eva, y que tiene sometida a la humanidad en su conjunto. El objetivo de todo creyente verdadero es el de caminar según el conocimiento de Dios, es decir llevar cautivo todo pensamiento a la obediencia de Cristo. Todo pensamiento malo debe ser tomado cautivo para ser presentado ante el tribunal de obediencia de Dios para ser inmediatamente revertido.
El verdadero conocimiento está en la Biblia. Es deber del convertido escuchar (leer) con atención la Palabra, sabiendo con toda certeza que es verdad perfecta e indiscutible, y que lo mejor y perfecto está en someterse a ella con total entrega y acuerdo.
Las poderosas armas de Dios son las únicas efectivas en esta guerra espiritual. Lo bueno es que no hay que recurrir a nadie más que a Él para tenerlas a disposición. El Espíritu Santo acompaña y sostiene a cada nacido de nuevo, que a su vez cuenta con la Palabra de Dios a su disposición y puede recurrir cuentas veces quiera o necesite a la oración. Además la fe, la esperanza, el amor sostienen al guerrero cristiano y le dan la fortaleza suficiente para ir venciendo cada una de las batallas.
Jamás podremos terminar como vencedores en ninguna batalla, si no dejamos que Dios lidere, Él es el gran Señor de los ejércitos a cuya dirección debemos someternos para salir victoriosos. Nuestra entrega a Él debe ser completa, en cuerpo y alma. Si vivimos por Él, en Él y para Él incluso debemos entregarle nuestros pensamientos para que los controle.
Les deseo un día muy bendecido.
“Es mejor decir la verdad que duele y luego sana, que la mentira que consuela y luego mata”. A.R.