Porque irrevocables son los dones y el llamamiento de Dios. Romanos 11:29 RVR1960
Queridos amigos, está escrito: Dios no es hombre, para que mienta, ni hijo de hombre para que se arrepienta. Él dijo, ¿y no hará? Habló, ¿y no lo ejecutará? (Números 23:19).
A partir de dicha premisa, nadie debería dudar sobre la veracidad y fidelidad de Dios, sobre la certeza del cumplimiento de sus promesas y sobre la irrevocabilidad de la salvación, siempre y cuando sea genuina.
Hay líneas doctrinales que afirman la posibilidad de perder la salvación. Es decir alguien que llegó a ser salvo puede perder dicho don gracias a su comportamiento pecaminoso. Si alguien afirma haber perdido su salvación es porque nunca fue salvo. Queda la cuestión, si un cristiano verdadero puede perder su salvación.
Describamos las características de un creyente genuino: es nueva criatura (2 Corintios 5:17), no es una versión mejorada de sí mismo, es una criatura completamente nueva en Cristo; es redimido (1 Pedro 1:18-19), la preciosa sangre de Cristo fue la paga para la redención; es justificado (Romanos 5:1), el Dios Padre lo declaró justo, libre de culpa para siempre, sin importar sus pecados futuros, pues éstos también están incluidos dentro del perdón judicial; tiene la promesa de vida eterna (Juan 3:16); tiene el sello del Espíritu Santo (Efesios 1:13-14), una marca indeleble que actúa como garantía de que recibirá la herencia celestial; tiene garantizada su glorificación (Romanos 8:30), es decir que recibirá un perfecto cuerpo glorificado en el cielo.
Para que un cristiano verdadero pudiese perder la salvación, Dios tendría que revertir varias cosas, comenzando por destruir la nueva creación, revocando la compra por la que pagó con el sacrifico de Cristo, poniendo a juicio de nuevo al ya absuelto de culpa, revirtiendo de esa manera la sentencia dictada en el tribunal del cielo.
Al cristiano Él le promete vivir para siempre, entonces también tendría que romper dicha promesa, además tendría que borrar la marca (sello), retirando al Espíritu, cancelando el depósito, rompiendo su promesa, revocando la garantía, retirando la herencia. Finalmente, el apóstol Pablo habría cometido un grave error escribiendo Romanos 8:30, porque Dios no estaría garantizando la glorificación para aquellos, que predestinó, llamó y justificó.
Pero Dios no cambia de parecer, pues todo lo que Él hace es perfecto y no es susceptible de ninguna mejora. Es por eso que en su plan perfecto introdujo la santificación juntamente con la preservación de los convertidos. Solo los inconversos pueden usar la verdad de no perder la salvación para vivir en el libertinaje del pecado; el cristiano verdadero anhela en lo más profundo de su corazón vivir alejado del pecado.
Así como no se puede perder la salvación, los privilegios y la invitación que Dios brindó a su pueblo escogido, el pueblo de Israel, nadie se los puede quitar. Porque yo Jehová no cambio; por esto, hijos de Jacob, no habéis sido consumidos (Malaquías 3:6).
Los judíos rechazaron al Mesías judío, por tanto, Cristo fue ofrecido a los gentiles. A pesar del endurecimiento de los corazones de los judíos, Dios cumplirá su promesa e injertará a la nación hebrea en alguna de las últimas etapas del plan divino (Romanos 11:25:32), porque lo que promete cumple.
Les deseo un día muy bendecido.
“Es mejor decir la verdad que duele y luego sana, que la mentira que consuela y luego mata”. A.R.
