He aquí que todas las almas son mías; como el alma del padre, así el alma del hijo es mía; el alma que pecare, esa morirá. Ezequiel 18:4 RVR1960
Queridos amigos, Dios como Omnipotente Creador es dueño de su creación. Cuando creó el mundo vio que lo que había hecho era bueno, pero poco después ingresó el pecado al mundo por la transgresión de Adán y las cosas cambiaron.
Adán fue echado del jardín del Edén y con su pecado también llegó la muerte, dejó de ser inmortal para convertirse en el primer hombre mortal común y corriente, y tuvo que trabajar para comer. Su mala conducta lo llevó a ser maldecido por su Creador, castigo merecido por su pecado. Adán como representante federal de la humanidad le transmitió su pecado, gracias a ello todos están bajo pecado y condenación.
Los hombres pasan por sufrimiento durante su vida en este mundo, unos más que otros. El sufrimiento se genera en gran parte por los pecados del prójimo y por los propios pecados, sin embargo, dicho sufrimiento no implica una paga por adelantado para evitar salir culpable en el juicio, pues el hombre será juzgado por los pecados cometidos durante su pasar por esta tierra.
Por lo visto, no se trata de acumular más méritos que transgresiones, generando una provisión para amortizar las deudas con Dios por los pecados. Si el justo comete iniquidad, morirá por ello, y si el malo se vuelve de sus caminos de maldad, vivirá.
La herencia adámica, es decir la condición caída del hombre, nada tiene que ver con la idea de que los hijos deben pagar por los pecados de los padres, como dice el dicho “los padres comieron las uvas agrias, y los dientes de los hijos están destemplados” (Ezequiel 18:2). Los hijos pueden recibir alguna responsabilidad terrenal por el pecado de sus padres, si el padre estafa los hijos tendrán que pagar la deuda, pero los pecados de los padres, quedan con ellos, Dios no se los imputa a los hijos.
Por un hombre (Adán) ingresó el pecado al mundo y por el pecado la muerte, y de esa manera la muerte le llegó a todos los hombres por cuanto todos pecaron (Romanos 5:12). Esto implica una responsabilidad individual. Nadie es culpado por el(los) pecado(s) de Adán sino por sus propios pecados, a pesar de que gracias a él todos heredamos la naturaleza caída.
Observamos que la naturaleza caída heredada de Adán es una condición en el hombre natural, que tienen todos los hombres sin excepción. Pero a nadie se le imputan los pecados de Adán, sólo le son imputados sus propios pecados por sus transgresiones personales.
Dios es justo con cada una de sus criaturas, por lo tanto, nadie está atado a los pecados de sus antepasados. Nadie debe expiar por los pecados de sus padres, pero tampoco será beneficiado por el buen comportamiento, que pudieron tener. Quien comete pecado, será declarado culpable en justo juicio y será castigado.
Es factible que la iniquidad pase de una generación a otra, pero el pecado es responsabilidad de cada uno. Nadie puede afirmar, que es pecador, porque su padre también lo era. Ya en los primeros tiempos, Dios le dijo a Caín: si hicieras lo bueno podrías andar con la frente en alto. Pero si haces lo malo, el pecado te acecha, como una fiera lista para atraparte. No obstante, tu puedes dominarlo (Génesis 4:7).
El problema es que prácticamente nadie desea dominar al pecado, es mucho más agradable disfrutar de él, incluso cuando la consecuencia final es sufrimiento y muerte, pues las consecuencias inmediatas del pecado suelen ser dulces y atractivas a la vista del ojo impío. Porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro (Romanos 6:23).
La buena noticia es que existe una excelente solución al gravísimo problema del pecado, se trata de la muerte sustituta de Jesucristo en la cruz del calvario. Los pecados de quienes creen en Cristo Jesús (el segundo o último Adán) como su Señor y salvador son perdonados, porque Él pagó con su sacrificio la gran deuda del pecado. La muerte de Jesús fue una sola vez y es suficiente para perdonar todos los pecados. Bendito y alabado sea nuestro Señor Jesucristo.
Les deseo un día muy bendecido.
“Es mejor decir la verdad que duele y luego sana, que la mentira que consuela y luego mata”. A.R.