¿Quién es, pues, el siervo fiel y prudente, al cual puso su señor sobre su casa para que les dé el alimento a tiempo? Bienaventurado aquel siervo al cual, cuando su señor venga, le halle haciendo así. De cierto os digo que sobre todos sus bienes le pondrá. Mateo 24:45-47 RVR1960
Queridos amigos, en el mundo existe el dicho «el ojo del amo engorda el ganado», significa que si el propietario de un negocio lo pone bajo la dirección de otros con bastante probabilidad no verá muchas ganancias.
Es menester del dueño del negocio el atender los intereses propios en vez de dejarlos en manos de terceros. La sabiduría humana lleva a acuñar este tipo de refranes, porque se ha demostrado que en muchos casos los empleados no son lo suficientemente confiables.
Tanto los empleados malos como los buenos tienen el deber de rendir cuentas a su empleador. Si hicieron una mala gestión serán despedidos y hasta legalmente demandados.
De la misma manera cada persona individual de este mundo es responsable por todo lo que Dios le concede: su vida, sus habilidades, sus posesiones, etc., y es responsable de rendir cuentas al Señor del universo.
El siervo malo es el incrédulo que ignora y rechaza a su Señor Jesucristo, no se toma en serio el hecho de que volverá en esplendor en su segunda venida y que todos aquellos que no hayan sido obedientes quedarán afuera en sufrimiento eterno. Como claramente expresa Mateo 22:13 “Entonces el rey dijo a los que servían: Atadle de pies y manos, y echadle en las tinieblas de afuera; allí será el lloro y el crujir de dientes.”
Veamos entonces si somos siervos fieles y prudentes, que administran bien lo que el Señor puso a su cargo. El buen administrador debe en primer lugar ser obediente a los deseos de su Señor, su prioridad debe estar centrada en servir en obediencia, cumpliendo de esa manera con todos sus deberes.
Dios nos otorga todas las condiciones necesarias y todos los medios suficientes como para que seamos siervos obedientes que hacemos su voluntad. Por lo tanto nadie puede llegar a decir que no tuvo lo necesario y suficiente como para llevar adelante una buena administración, y al final poder responsablemente darle cuentas al Señor sin tener que avergonzarse o desear que el tiempo retroceda para contar con otra oportunidad.
El buen administrador pide perdón y se arrepiente cuando peca, se ocupa de difundir el Evangelio para que otros tengan la oportunidad de conocer a Dios, y en función a los dones que el Señor le ha dado enseña si debe enseñar, ministra si debe ministrar, predica si debe predicar y así sucesivamente. Centra su corazón para servir a Dios como consecuencia de haber sido bendecido con Su divina gracia.
Cuánta bienaventuranza hallará quien haga así, quien quiera seguir a su Señor en obediente servidumbre. Los que anhelamos servirle oremos en profundo agradecimiento por permitirnos que le sirvamos.
Les deseo un lindo día, bendecido por la presencia de Jesús en sus vidas.