Sus discípulos, oyendo esto, se asombraron en gran manera, diciendo: ¿Quién, pues, podrá ser salvo? Y mirándolos Jesús, les dijo: Para los hombres esto es imposible; más para Dios todo es posible. Mateo 19:25-26 RVR1960
Queridos amigos, el hombre por naturaleza tiende a amar lo que le gusta y satisface.
Es sorprendente cómo muchísimas personas tienen un amor exorbitante por los automóviles o por el fútbol. Son dos ejemplos típicos de nuestros días, muchos viven siguiendo todos los eventos a través de los medios de prensa y dejando de lado cualquier cosa con tal de no perderse una carrera o un partido.
Esta pasión se define en términos espirituales como idolatría, porque el verdadero amor de estas personas está puesto en el lugar equivocado. De ninguna manera está mal seguir los deportes, sin embargo el permitir que los deportes sean el amo de las decisiones y del pensamiento es un sometimiento idolátrico.
En el contexto de los versículos de hoy vemos un tipo de idolatría muy perniciosa, el amor por el dinero. Se podría suponer que poseer riquezas terrenales es una bendición de Dios, Jesús manifiesta que puede ser todo lo contrario.
Vemos que la idolatría no se trata solamente de adorar ídolos de madera, yeso o piedra.
Jesús lo expresó de manera muy clara: donde esté tu corazón, allí también estará tu tesoro (Mateo 6:21). Si todo lo que una persona puede desear es de este mundo, está enfocado solo y únicamente en lo temporal y pasajero. Lamentablemente esta figura es demasiado común en este mundo en el que vivimos.
Si la mayoría de las personas están enfocadas en lo terrenal y perecedero, significa que su corazón está totalmente alejado de lo divino y celestial, de esa manera es imposible tener una conexión con Dios, menos una relación.
Glorifiquemos y alabemos al Dios santísimo por ser Él quien nos libra de la muerte eterna, dándonos salvación a través de su hijo Jesucristo. Para el hombre natural es imposible acercarse a Dios y menos salvarse a sí mismo, su condición caída o de pecador le mantiene alejado de la santidad de Dios.
Dios bendice con su don de gracia, que es un regalo inmerecido. Los que reciben tan preciado don reconocen con todo el corazón que no saben el motivo por el cual Dios ha tenido tanta misericordia de ellos y se saben inmensamente favorecidos.
Pidamos a Dios en oración que nos permita eliminar a todos los ídolos de nuestras vidas, para atesorar solamente al Salvador, nuestro Señor Cristo Jesús.
Les deseo un muy buen día.