Os digo que pronto les hará justicia. Pero cuando venga el Hijo del Hombre, ¿hallará fe en la tierra? Lucas 18:8 RVR1960
aQueridos amigos, es suficiente ver cinco minutos de noticias en la televisión para hacerse una clara idea de los niveles de injusticia en este mundo. Pero aún más triste es observar cómo muchos juzgan creyéndose justos embebidos de su propia justicia.
El hombre se cree muy civilizado, pero con sus actos demuestra su condición depravada y su urgente necesidad de Jesucristo. A pesar de ello, tiene poco o ningún interés por acercarse verdaderamente a Dios, pues cree que el Todopoderoso existe para solucionarle sus problemas y que puede recurrir a Él sólo cuando lo necesita.
No valora la obra de justicia de Jesucristo en la cruz y no se interesa en obrar justicia según Dios, que es vivir haciendo su voluntad según la Verdad, porque prefiere llevar adelante una vida libre de las tortuosas exigencias del cristianismo. Quiere vivir según sus propios parámetros, que se amoldan a sus deseos y necesidades bajo cánones acomodaticios de justicia.
Ese hombre es el que ejerce injusticia, sin importar si es partícipe de la élite gobernante, de la oposición o un simple ciudadano. La injusticia se demuestra de diferentes formas tales como los atropellos, las arbitrariedades, las ilegalidades, las ilicitudes, los desafueros, los abusos, los engaños, los excesos, los desmanes, las tropelías, las vejaciones, las persecuciones, las ofensas, las manipulaciones, las injurias, etc.
Visto de esa manera, ¿podría alguien afirmar ser justo? Nadie que esté en sus cabales podría negar haber obrado o estar obrando injusticia, aunque seguramente tendrá mil y un argumentos a su favor para defenderse y justificarse.
La pobre viuda de este pasaje, que no tenía más recurso que su insistencia, tuvo éxito ante el juez corrupto que no le quería hacer justicia. El mal hombre pensó que su estado de confort sería desequilibrado ante la persistencia de la mujer, de modo que finalmente obró justicia a su favor. Ya no le intereso ni el soborno, sólo pensaba en su comodidad.
La perseverancia de la viuda es un ejemplo de la fervorosa constancia, que los creyentes han de tener en sus oraciones clamando por justicia, pues vemos que la injusticia es pan de cada día y que los cristianos suelen sufrir injusticias (Mateo 24:9-13).
Si un juez injusto puede obrar justicia, cuanto más lo hará Dios en su condición de Padre amante de sus hijos. Esa es una verdad indiscutible, pero no implica, que Dios otorgue todo lo que se le pide. Él sabe lo que cada uno necesita.
El creyente verdadero no se desanimará y se mantendrá firme en su fe, esforzándose por caminar en santidad. Mantengamos firmes, sin fluctuar, la profesión de nuestra esperanza, porque fiel es aquel que prometió. Y considerémonos unos a otros para estimularnos al amor y a las buenas obras (no a las injusticias); no dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos; y tanto más, cuanto vean que aquel día se acerca. Porque si pecaremos voluntariamente después de haber recibido el conocimiento de la verdad, ya no queda más sacrificio (de Jesús) por los pecados (Hebreos 10:23-26).
No debemos cansarnos de orar, tenemos un bello ejemplo de oración en Salmos 143:7-9, para que cuando el Señor Jesucristo vuelva encuentre que queda fe en la Tierra. Él hará justicia muy pronto. El Señor no retard su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento (2 Pedro 3:9).