Amados, si nuestro corazón no nos reprende, confianza tenemos en Dios; 1 Juan 3:21 RVR1960
Queridos amigos, por la naturaleza del hombre es inevitable, que le surjan dudas de todo tipo en el corazón.
La consciencia suele condenar al humano, unos se resisten a ella en y otros actúan en consecuencia. Siempre es bueno escuchar la voz de la consciencia y hacerle caso, recordemos que fue Dios quien implantó el sentido moral en el hombre.
Las dudas sobre las que trataremos, son las de aquellos que se saben pecadores y lo reconocen, porque tienen un corazón más sensible. Estos se preguntan en el corazón si verdaderamente se han convertido en seguidores de Cristo.
Su consciencia les pide rendir cuentas por los pecados que saben haber cometido, y si la misma consciencia les condena, estemos seguros que Dios también lo hace. Si su corazón los reprende, es decir si se sienten culpables, más grande que su corazón o sus sentimientos es Dios, y Él lo sabe todo (1 Juan 13:20).
¿Cómo se puede saber si un hombre ha nacido de nuevo, y si el Espíritu Santo ha puesto el amor de Dios en su corazón? La respuesta no es muy difícil. En la vida del nacido de nuevo se suscita un cambio radical, su amor por el mundo y por sí mismo mengua, para que el amor por Dios y por sus hermanos crezca. De eso se trata la regeneración en espíritu para vida nueva, mostrar señales claras de haber nacido en la familia de Dios.
Cuando Jesús dice “toma tu cruz y sígueme” se está refiriendo a que nosotros también debemos realizar nuestro sacrificio por los demás, poniéndolos primero. Es posible que no todos nos gusten o caigan bien, el amor genuino no se trata de gustos o química, sino de desear el bien al prójimo y que no quede en el mero deseo.
Medir el amor por cuánto se siente en el corazón o por las expresiones de afecto es una práctica del mundo. El verdadero amor, que es el amor de Cristo, se mide por lo que hacemos o sufrimos por el otro. Cuando el creyente detecta que hace o sufre poco, empieza a temer no estar amando lo suficiente. Hasta podría nacerle un sentido de culpabilidad por no poder amar con el amor de Cristo, una situación que perturba su consciencia.
Después del ataque de consciencia pasar por alto o justificar la conducta poco amorosa es una mala práctica, el creyente debe atender a su consciencia con diligencia, poniendo su corazón y mente en el amor de Dios con todas sus fuerzas. Recordemos que Dios conoce el corazón y comportamiento de todos, y si el cristiano está en Cristo Jesús y anda conforme al Espíritu, Él no le condenará (Romanos 8:1).
Debo admitir que creo entender perfectamente lo de sufrir, pero me resulta difícil ponerlo en práctica, porque sigo siendo voluble en varios aspectos. A pesar de ello no dudo sobre si soy o no convertido, porque tengo un inmenso anhelo para vivir por la gloria de Dios y serLe obediente, no obstante, hay momentos en que me siento muy indigno del Señor.
La buena noticia es que Dios está dispuesto a dar lo que Él pide. Debemos clamarle para que nos dé lo que manda a fin de estar habilitados para hacer lo que ordena. Si los anhelos de nuestro corazón están en armonía con la voluntad del Creador (Juan 15:7), podemos acercarnos a Él sin temor, con la consciencia tranquila.
Que Dios nos permita amarle con todas nuestras fuerzas, mente, alma y corazón para conseguir hacer su voluntad en este mundo.