¿No sabéis que sois templo de Dios, y que el Espíritu de Dios mora en vosotros? Si alguno destruyere el templo de Dios, Dios le destruirá a él; porque el templo de Dios, el cual sois vosotros, santo es. 1 Corintios 3:16-17 RVR1960
Queridos amigos, vivimos en un mundo dedicado a dar consejos de cómo mejorar, o por lo menos cómo mantener, la salud, es decir el buen estado del cuerpo físico.
Se dice que no hay que comer dos carbohidratos juntos para no engordar, que las frutas comidas de noche se convierten en azúcares que engordan, que hay que comer cinco veces al día en porciones más pequeñas para no engordar, que la combinación de tales o cuales elementos en un rico jugo surten un efecto desintoxicante y ayudan a bajar de peso, que hay que evitar la comida llamada chatarra, y así sucesivamente mil y una sugerencias para cuidar la salud, es decir el físico.
Por otra parte, está la cultura por las cosas light, alimentos y bebidas ligeros en contenido calórico, y también la moda de hacer ejercicio físico. La industria de todo lo light es una de las que más crece y los gimnasios con los equipos más sofisticados proliferan.
En los países desarrollados no se escatiman esfuerzos económicos por comprar alimentos libres de químicos, como ser conservantes y pesticidas. Y ni hablar de alimentos transgénicos. Cada vez más la consciencia alimentaria se eleva a niveles, hace no mucho tiempo, impensados.
Por supuesto que el objetivo central es cuidar el cuerpo para conseguir una mejor calidad de vida, sin hablar de prolongar la vida misma. Vemos que la intención solo es de carácter físico y lamentablemente es una de las principales preocupaciones del hombre natural de estos tiempos a causa de su amor por el cuerpo y de su temor a la enfermedad y a la muerte.
Bueno fuera que tanta preocupación mundana estuviera sustentada en el cuerpo porque es templo de Dios. El punto está en que el cuerpo del hombre natural no es templo de Dios, puesto que el Espíritu no mora en él.
Recordemos las palabras de Jesucristo, que decía que no lo que entra por la boca contamina al hombre, sino lo que sale de la boca (Mateo 15:11). De igual manera la Palabra nos enseña que el ejercicio corporal para poco es provechoso, pero la piedad para todo aprovecha (1Timoteo 4:8).
Por supuesto que no está mal cuidar el físico con buen alimento y ejercicio, en la medida en que no se convierta en idolatría, el apóstol Pablo enseña que no puede existir acuerdo entre la idolatría y el templo de Dios (2 Corintios 6:16).
El hombre espiritual es guiado por el Espíritu Santo para vivir evitando los excesos de la carne y por tanto del cuerpo. Los espirituales viven alejados de glotonerías, borracheras, tabaquismo, drogadicción a causa de su regeneración espiritual, sabiendo con toda conciencia que su cuerpo es templo del Espíritu quien mora en él.
Ahora bien, de nada sirven los aspavientos de que se cuida del cuerpo como templo del Espíritu evitando excesos y contaminantes, si no se vive una vida alejada del pecado. Quien no se preocupa por su santidad personal y no demuestra pureza ante el Cuerpo de Cristo, es decir la Iglesia, por más que se esfuerce en cuidar su cuerpo, mal hace.
Los que viven una vida cristiana relajada, bajo principios de vida relajados y no siguen la sana doctrina, están trabajando para su propia destrucción. El verdadero cristiano camina en santidad por la fe recibida del Padre y debe andar en pureza de alma, corazón, mente y palabra.
Cristo Jesús habita por su Espíritu en todos los creyentes genuinos, por lo tanto su cuerpo es Su templo. Cuidemos de manera cristiana el templo de Dios, porque es santo.
Les deseo un día muy bendecido.