Dejadlos; son ciegos guías de ciegos; y si el ciego guiare al ciego, ambos caerán en el hoyo. Mateo 15:14 RVR1960
Queridos amigos, después del carnaval leí un titular que decía que entre el sábado y martes de dicha festividad se habían identificado más de 46 decesos atribuibles a ese bacanal.
Podemos ver cómo Satanás cobra las vidas de sus víctimas, confirmando que los excesos de todo tipo, realizados en los cuatro días que dura la fiesta de carnaval, no son otra cosa que carne para Baal, es decir, para el diablo.
Para el hombre natural el extremo se manifiesta con la muerte física, la cual es llorada y lamentada. Sin embargo, no muchos lamentan las consecuencias de los excesos de alcohol, sexo y drogas, más bien la mayoría se justifica con soberbia, diciendo que nadie te quita lo bailado.
Se confirma que cuando un ciego guía a otro ciego los dos caen en el hoyo. Esto parte desde las autoridades que son las promotoras de estas festividades, aduciendo que hay que reforzar las tradiciones porque son parte de una identidad cultural y que es bueno.
No hace mucho el carnaval de Oruro fue declarado “obra maestra del patrimonio oral e intangible de la humanidad” por la Unesco (organización de las Naciones Unidas para la educación, la ciencia y la cultura), por supuesto que no solo tiene que ver con el orgullo que esto puede generar en el pueblo, sino especialmente con los ingresos económicos que representa, sin embargo las autoridades que acompañan a este proceso no miden las consecuencias espirituales que caer en el hoyo acarrea, porque simplemente están ciegas.
Mi imaginación me hace pensar que el apóstol Pablo tomaría la celebración del carnaval como ejemplo para expresar cuáles son las obras de la carne, que se ven tan manifiestas durante los cuatro días fatídicos que dura la fiesta.
Observamos adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, extrema idolatría, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, envidias, homicidios, borracheras, orgías, y muchas otras cosas semejantes. Lo duro es que está promovido por quienes deberían cuidar de las personas, porque ese es su mandato. Pero más duro aún es que todos los que promueven y también los que practican tales cosas no heredarán el reino de los cielos (Gálatas 5:19-21).
Para no parecer tan exagerado estaba omitiendo la hechicería, sin embargo, me queda claro que no se debe omitir nada de la Palabra de Dios. Me convencí que hablar de hechicería no tiene nada de exagerado al leer la noticia en primera plana de que brujos del país se sindicalizaron en tres asociaciones, de las cuales una ya cuenta con identificaciones.
Adicionalmente a la gran promoción generada por diversas instituciones están las empresas, que a través de su publicidad y campañas de comunicación también promueven las obras de la carne. Una famosa marca de cerveza penetra en la mente de sus consumidores, diciendo que de enero a marzo es estación carnaval. Bárbaro, ¿verdad?
En otras palabras, se está dando vía libre a los desenfrenos de la carne que conlleva excederse con el alcohol. Hipócritamente recomienda que el exceso de alcohol es malo. Y lo peor, todo está legalmente respaldado. ¿Qué se puede decir ante todo eso? Solo se me ocurre una palabra: reprobado.
Solo los que han sido bendecidos con ojos para ver pueden discernir lo terrible de la situación, el problema es que el mundo no solo se resiste a la verdad, sino que también la condena, demostrando con sus actos una total ausencia de visión espiritual.
Los que somos de Cristo hemos crucificado la carne con sus pasiones y deseos (Gálatas 5:24), lo cual es completamente cierto por nuestra fe en Jesucristo, por tanto no disfrutamos de estas y otras festividades, es más, las detestamos, motivo por el cual somos vistos por el mundo como extremistas y fanáticos (Romanos 1:28).
Debemos gozarnos en el Señor de ser los “bichos raros”, pues hemos sido bendecidos con la maravillosa gracia, y gracias al poder de Dios podemos ver la real dimensión del mundo. Estamos llamados a ver al mundo con misericordia, pues también fuimos parte activa de él y definitivamente no somos merecedores de ninguna gracia. Que el Señor se apiade de todos nosotros pecadores.
Les deseo un día muy bendecido.