Pues si anuncio el evangelio, no tengo por qué gloriarme; porque me es impuesta necesidad; y ¡ay de mí si no anunciare el evangelio! 1 Corintios 9:16 RVR1960
Queridos amigos, dentro del deber de la obediencia del cristiano verdadero existen varios aspectos a los cuales debe sujetarse, entre ellos está el importante deber de evangelizar.
El común de “cristianos” deja este deber en las manos del ministro de la iglesia, entienden que es el trabajo del pastor asalariado, que domingo tras domingo, les dice lo que les gusta oír. Ellos calientan el banco, dejan su diezmo u ofrenda y viven una semana en el mundo, para volver el siguiente domingo a calentar sus oídos y el asiento.
Pablo fue uno de los grandes evangelistas de la historia de la iglesia, y como tal cumplió con su mandato con obediencia. La difusión del evangelio no es negociable, es un deber impuesto por Dios, el cual es imprescindible cumplir. Ahora se entiende la exclamación del apóstol: ¡ay de mí si no anunciare el evangelio!
¡Ay de mí si no anunciare el evangelio! Debe ser la preocupación de cada uno de los creyentes genuinos, pues la obligación de cada convertido es la de evangelizar. La gloria del evangelizador es negarse a sí mismo en el servicio a Cristo para salvar almas perdidas, como lo expresaba Pablo.
Cobrar por predicar no suena muy bien. Pero hay quienes afirman que Pablo, como ministro de la iglesia, estaba renunciando a su derecho de recibir una paga por amor al evangelio. En mi opinión esa es la posición conveniente de muchos de los pastores de estos días. Sin embargo, Pablo nunca exigió ser retribuido, aunque hubieron tiempos en que recibió apoyo (no diezmo) de algunas iglesias.
Él trabajó para ganar su sustento, incluso para sustentar a otros. A pesar de su trabajo no dejó de entregarse a la iglesia, y su dedicación a la fe fue bastante mayor que la de muchos que se jactan de ser pastores y exigen un diezmo.
El asalariado no es el pastor, y a él no le pertenecen las ovejas. Cuando ve que el lobo se acerca, abandona las ovejas y huye; entonces el lobo ataca al rebaño y lo dispersa. Y ese hombre huye porque, siendo asalariado, no le importan las ovejas (Juan 10:12-13).
El evangelio debe ser difundido gratuitamente, por todos los creyentes verdaderos. Esa es la manera del convertido para demostrar, que su actuar está basado en el amor y celo por Dios. ¿Quién puede quitarle al cristiano el gozo de haber “conseguido” un alma para Dios?
La costumbre cada vez más arraigada es que un creyente invite a un impío simpatizante a participar de su congregación, haciendo publicidad de lo bueno que es su pastor, asegurando que le va a gustar.
La pena es que deja la responsabilidad en otro de manera equivocada. Y en lo que debería pensar para actuar es en las palabras de Pablo: A la verdad, no me avergüenzo del evangelio, pues es poder de Dios para la salvación de todos los que creen… (Romanos 1:16).
Muchos prefieren callar por comodidad o por vergüenza, pero lo que Pedro dice debe ser tomado muy en cuenta si de verdaderos convertidos se trata: Más bien, honren en su corazón a Cristo como Señor. Estén siempre preparados para responder a todo el que les pida razón de la esperanza que hay en ustedes (1 Pedro 3:15).
Pero los creyentes genuinos no son como muchos, que trafican con la palabra de Dios, sino que con sinceridad, como de parte de Dios, y delante de Dios, hablan en Cristo (2 Corintios 2:17).
Y este es el ejemplo que todo cristiano debe seguir: sin embargo, considero que mi vida carece de valor para mí mismo, con tal de que termine mi carrera y lleve a cabo el servicio que me ha encomendado el Señor Jesús, que es el de dar testimonio del evangelio de la gracia de Dios (Hechos 20:24).
La tarea del evangelismo no es complicada, consiste en explicar el mensaje de Cristo en toda oportunidad que se presente, y eso a tiempo y fuera de tiempo (2 Timoteo 4:2). Aunque parezca una labor abrumadora, se puede hacer una persona a la vez.
Como frase de cierre deseo manifestar que estoy seguro de que existen excelentes pastores que recibirán la corona de gloria del Señor. Pero un muy buen número de “ministros” son lobos rapaces. Los invito a discernir con la Biblia en la mano quién es quién.
Les deseo un día muy bendecido.