Y gimas al final, Cuando se consuma tu carne y tu cuerpo, Y digas: ¡Cómo aborrecí el consejo, Y mi corazón menospreció la reprensión; No oí la voz de los que me instruían, Y a los que me enseñaban no incliné mi oído!” Proverbios 5:11-13 RVR1960
Queridos amigos, en un mundo donde el humano se considera a sí mismo como muy inteligente, por los logros alcanzados por la ciencia y la tecnología, la necedad hace sus delicias.
La inteligencia es tan vasta que ya no se define, como antes con un simple coeficiente intelectual, sino en diferentes tipos, tales como la inteligencia espacial, numérica, emocional, etc. Pero nadie se ha dedicado a clasificar diferentes tipos de necedad y menos a determinar un coeficiente. Les aseguro que sería de mucha utilidad.
Por supuesto que nadie iría por ahí mostrando con orgullo su coeficiente de necedad, motivo por el cual el indicador probablemente pasaría rápidamente al olvido, porque al mundo no le gusta mostrarse débil o poco inteligente.
Pero hasta el más inteligente actúa como el ave que se apresura a la red, y no sabe que es contra su vida, hasta que la saeta traspasa su corazón (Proverbios 7:23). Cuan difícil es abstenerse de las lujurias carnales y de otras tentaciones. No creo que no sepan que ir detrás del sexo ilícito es malo, pero el deseo es más poderoso que el sano consejo, anteponen la satisfacción a lo verdaderamente bueno.
Quienes aman la Biblia y siguen sus consejos, tienen la oportunidad de aprender sobre los peligros del pecado antes de que se presente la tentación. Dios les da el discernimiento para entender lo disparatado de hacer cualquier cosa perjudicial para el cuerpo y el alma, incluidas las relaciones sexuales ilícitas.
Pero quienes rechazan el consejo, es decir, los impíos, generalmente son muy lábiles ante la tentación. En contraposición, cuando se ha tomado la decisión de no pecar ante un pecado específico, por ejemplo, el pecado de la infidelidad, sabiendo que es mejor perder un ojo o un brazo, y no que el cuerpo entero sea echado al infierno (Mateo 5:29), es más fácil resistir a la tentación.
Se pueden desarrollar estrategias para combatir el pecado, desde evitar mirar, recordando que el ojo es la lámpara del cuerpo, así que si tu ojo es bueno, todo tu cuerpo estará lleno de luz; pero si tú ojo es maligno, todo tu cuerpo estará en tinieblas (Mateo 6:22-23), hasta cruzar a la acera de enfrente para evitar a la persona fruto de la tentación.
Lo peor es creer que uno se puede dominar o esperar a ver lo que se presenta. Cuando uno no está preparado para recibir la tentación, lo más probable es que caiga. Lo mejor es tener un plan para cuando se tenga que enfrentarla.
El hombre natural, en su falta de sabiduría, piensa, que cuántas más mujeres tenga en su haber será mejor reconocido por sus habilidades amorosas. Por eso el mito de Don Juan es tan valorado por muchos y detestado por otros.
Cuando el tiempo pasa sin que haya existido arrepentimiento, porque la sabiduría no pasó ni siquiera por la puerta de calle, suele ser demasiado tarde. El apóstol Pablo preguntaría: ¿pero qué fruto tenías de aquellas cosas de las cuales ahora te avergüenzas? Porque el fin de ellas es muerte (Romanos 6:21).
El pecador esclavo del pecado, llega a entender sus faltas sin discernir su necedad. Así termina sus días, tal cual como ha vivido, arruinado por sus propios medios. Solo con Jesucristo es posible abrir los ojos espirituales, Él es quien da inteligencia. Su milagrosa misericordia puede cambiar el rumbo de la vida y el arrepentimiento verdadero evita las consecuencias terribles de una vida disoluta.
Les deseo un día muy bendecido.
“Es mejor decir la verdad que duele y luego sana, que la mentira que consuela y luego mata”. A.R.