Y el otro le dijo, mintiéndole: Yo también soy profeta como tú, y un ángel me ha hablado por palabra de Jehová, diciendo: Tráele contigo a tu casa, para que coma pan y beba agua. 1 Reyes 13:18 RVR1960
Queridos amigos, a muchos les gusta figurar, cuánto mayor grandeza puedan demostrar, se sentirán mejor.
Esto sucede en todos los ámbitos, pero se observa con mayor énfasis en los campos económicos, políticos y religiosos. El papa es la máxima autoridad del catolicismo y es reverenciado como “su santidad”, en similar medida existen otros líderes religiosos prominentes pertenecientes a otras religiones, que tienen trascendencia regional o continental.
Sin excepción se trata de hombres con ciertos talentos, que consiguen crecer en su medio y más allá, generando una supuesta trascendencia, gracias al apoyo o credulidad de otros hombres, pero no hay nada divino de por medio en ninguno de ellos. No solo es necesario ser talentoso e imaginativo, sino que hay que ser osado y hasta temerario para conseguir ascender y mantenerse.
Dentro de este grupo de personas están aquellos que pertenecen a círculos pseudo cristianos, que se aprovechan de la credulidad de la gente que no conoce la Biblia y se venden como autoridades ungidas por Dios en persona. Me refiero a los que se llaman pastores, sin tener el llamado de Dios. O peor a aquellos a quienes el título de pastor les queda pequeño y que con osadía se hacen llamar apóstoles o profetas, y como si no fuera suficiente también están los que se autodenominan patriarcas.
Y lo peor de todo es que las masas de crédula ignorancia los siguen sin sospechar de que son engañadas. Reverencian a sus autoridades eclesiásticas desconociendo que en la Biblia está escrito, que el mayor servirá al menor, y que no hay diferencias jerárquicas entre creyentes verdaderos.
En los tiempos del Antiguo Testamento Dios escogía a varones para que fueran profetas. Como siempre, habían aquellos que buscaban beneficiarse sin ser llamados. Los celos salen a relucir cuando se presenta un hombre verdaderamente llamado y genera competencia, poniendo en peligro lo conseguido a través del engaño.
Nos encontramos ante un pasaje donde uno, el viejo, que se hacía llamar profeta engaña a otro que realmente lo era, el joven.
Es probable que el profeta viejo haya visto en peligro su estabilidad, o que simplemente haya obrado por mera maldad. De todos modos su conducta demuestra que no era un buen hombre. Con engaños convenció al joven para que fuera a su casa y compartiese con él, a pesar de que Dios había sido muy enfático al prohibirle al joven, que no comiese pan ni bebiese agua y que no volviese por el mismo camino.
Sorprende mucho que el profeta malo no haya sido castigado, en tanto que, el profeta de Dios recibió inmediato y duro castigo. Dios es soberano y actúa con soberanía, ¿quién le podría cuestionar su decisión? Nuestros limitados alcances no son suficientes como para comprender los tiempos de los juicios de Dios, pero de lo que podemos estar seguros es de que nadie se salvará del justo juicio.
No hay excusa para la desobediencia del hombre de Dios, incluso después de haber sido vilmente engañado. Esto nos demuestra que nuestra obediencia debe ser de comienzo a fin, que lo que Dios ordena debe ser cumplido al pie de la letra.
Los creyentes estamos en peligro constante de ser desviados por los engaños del mundo, las tentaciones de nuestra carne y las maquinaciones de Satanás. Y uno de los grandes engaños se encuentra justamente en los falsos pastores y profetas, que distorsionan la verdad, para no mencionar a todo el resto de engañadores de todo tipo, que deambulan por el mundo.
Debemos ser desconfiados y verificar todo a la luz de las Escrituras. Si escuchamos y seguimos neciamente a la persona equivocada, ya sabemos lo que nos espera.
Les deseo un día muy bendecido.
“Es mejor decir la verdad que duele y luego sana, que la mentira que consuela y luego mata”. A.R.