Pero a medianoche, orando Pablo y Silas, cantaban himnos a Dios; y los presos los oían. Hechos 16:25 RVR1960
Queridos amigos, no obstante, de haber sido ultrajados, fueron desnudados, azotados y puestos en el cepo, Pedro y Silas tuvieron las ganas y las fuerzas para alabar a Dios, cantando himnos y elevando oraciones al cielo.
Fueron alabanzas a voz en cuello, pues a pesar de estar en el calabozo más lejano, los otros presos los oyeron. Probablemente pensaron que estaban dementes. ¿Quien en su sano juicio se pone a cantar en su debilidad y humillación, nada menos que a medianoche? Los creyentes genuinos que alaban a su Dios por lo bueno y malo que reciben son aquellos “locos”.
El apóstol Pablo era capaz de ponerse a cantar himnos incluso en la posición más dolorosa e incómoda, y Silas le seguía. El cepo era un castigo físicamente duro, en poco tiempo el dolor muscular ha debido ser insoportable, sumado a los dolores de la paliza recibida, su estado físico era deplorable.
Pero para el cristiano firme en la fe, el dolor y el sufrimiento son alicientes para acercarse aún más a su Señor. Sabe de su seguridad en Él, está seguro de las maravillosas promesas que le esperan y no le es extraño pasar por tribulación. Nada ni nadie lo puede separar de su amante Dios.
La presencia de Jesucristo era más fuerte en el corazón de los dos prisioneros, que el dolor de los azotes o la tristeza de la degradación. Confío firmemente en que sus oraciones eran de solo alabanza, no pedían ser rescatados y menos el mal para sus captores, pues cuando se está con Dios se es libre, sin importar donde se esté. Es una libertad definitiva y eterna, que ninguna prisión ni siquiera la muerte la puede quitar.
El odio por Jesucristo recae en sus seguidores. Pablo y Silas eran hombres mansos y pacíficos, no cometieron ningún acto ilegal o indigno. Sin embargo, fueron tratados como los peores malhechores, no solo poniéndolos en la celda más fría y oscura, sino en el cepo, asegurando que no fueran a escapar, como si se tratara de hombres violentos y peligrosos.
Este es un gran ejemplo del gozo que Dios pone en los corazones de sus hijos. Y demuestra que Pablo era consecuente con lo que enseñaba, pues tiempo después escribió en la epístola a los Filipenses 4:4 “Regocijaos en el Señor siempre. Otra vez digo: ¡Regocijaos!”.
Al utilizar la palabra “siempre” se refiere a que los creyentes deben regocijarse en el Señor en todo momento, sea bueno o malo, sin importar qué tipo de circunstancias se presenten. Pablo y Silas se regocijaron en medio de las peores circunstancias.
En Pedro y Juan tenemos otro gran ejemplo, “salieron de la presencia del concilio, gozosos de haber sido tenidos por dignos de padecer afrenta por causa del Nombre” (Hechos 5:41).
Para el impío el gozo del cristiano es locura, pero los creyentes verdaderos son realmente felices, mucho más que cualquiera del mundo que cree ser feliz. Por eso que puede alabar desde el lugar más profundo y oscuro. Nada puede impedirle al creyente el gozo de la alabanza a su Señor. Y los consuelos de Dios no se dejarán esperar.
El creyente pasa por adversidades, y muchas veces parece que está en el cepo. Ese es el momento en que los frutos de la fe aparecen, el miedo es sustituido por gozo y paz. La confianza en Dios da lugar a que se ore y se canten alabanzas.
Jesús nos enseñó: “Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos. Bienaventurados sois cuando por mi causa os vituperen y os persigan, y digan toda clase de mal contra vosotros, mintiendo” (Mateo 5:10-11).
Les deseo un día muy bendecido.
“Es mejor decir la verdad que duele y luego sana, que la mentira que consuela y luego mata”. A.R.