Y al que puede confirmaros según mi evangelio y la predicación de Jesucristo, según la revelación del misterio que se ha mantenido oculto desde tiempos eternos, pero que ha sido manifestado ahora, y que por las Escrituras de los profetas, según el mandamiento del Dios eterno, se ha dado a conocer a todas las gentes para que obedezcan a la fe, al único y sabio Dios, sea gloria mediante Jesucristo para siempre. Amén. Romanos 16:25-27 RVR1960
Queridos amigos, nos encontramos ante la doxología de cierre de la epístola escrita por el apóstol Pablo a los romanos. Se trata de una alabanza de cierre, dando toda la gloria a Dios y un corto resumen del Evangelio.
El Evangelio expone las buenas noticias de Dios para el hombre, y permite estar firmes a los creyentes verdaderos, es el poder para que los cristianos resistan los embates del mundo y los inevitables ataques de la tentación.
El poder de Dios para salvar se encuentra en el Evangelio. La vida en este mundo conlleva dificultades, cuando todo parece estar bien aparece un problema. Es fácil tropezar y caer en el camino escabroso de la tentación y en el tropezadero de las cosas del mundo, para eso está el Evangelio, que mantiene en pie a todos quienes están bendecidos con fe genuina.
El Evangelio está indisolublemente unido al amor de Dios. Pablo manifestaba estar seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro (Romanos 8:38 – 39).
Jesucristo es el origen del Evangelio, Él mismo es el Evangelio. Sin Jesús no podría existir el Evangelio. Dios Padre bendice con fe salvadora para que quienes son bendecidos crean en Cristo como su Señor y salvador. Dicha bendición implica un encuentro con Jesús, y cuando Él nos encuentra, nuestro gozo en Él es tal, que anhelamos compartirlo con otros; es además un deber del seguidor de Cristo manifestarlo a Él, es decir su Evangelio, para que otros también puedan ser hallados.
Todo aquel que ha sido encontrado por Cristo es un gran privilegiado, pero con el privilegio también llega el deber, el cual consiste en evangelizar a otros en obediencia al mandato del Señor. Cuando el amor de Dios reside en el corazón, el hombre renovado desea difundir dicho amor, es por eso que el cristianismo se mantendrá vivo hasta la segunda llegada de Cristo y en la eternidad.
Si Cristo es el Evangelio, entonces el Evangelio existe desde siempre y se ha revelado al mundo con la primera llegada del Señor. Es la revelación del secreto que estuvo encubierto, la salvación llega por la fe en Cristo. Toda la historia anterior estaba encausada hacia este maravilloso acontecimiento, así como la historia posterior discurre a partir de él. Después de la llegada del Redentor el mundo dejó de ser el mismo, se abrió una nueva y extraordinaria perspectiva para poder empezar una vida nueva.
El Evangelio no es exclusivo de los judíos, pues fue entregado para que todo el mundo lo pudiera conocer. Es ahí donde entran los convertidos, ellos deben hacer efectivo su mandato de difundir el Evangelio a los cuatro vientos. El cristiano ha de sentirse en sumo privilegiado por haber recibido tan grande y noble responsabilidad, aquella que puede cambiar vidas para la eternidad.
Dios nos bendice con fe, pero nos hace firmes en la fe mediante el Evangelio. El propósito del Evangelio es que todas las naciones lleguen a la obediencia de la fe (Romanos 1:4 – 5) a través de la obediencia de los siervos de Jesucristo.
Si el misterio desvelado está aún encubierto, entre los que se pierden está encubierto (2 Corintios 4:3), entonces la obligación de difundir el Evangelio se convierte en imperativa, porque seres bendecidos por el amor de Dios, no quieren que nadie perezca. Llaman a vida a través del Evangelio, para alcanzar la gloria del Señor Jesucristo (2 Tesalonicenses 2:14).
La obediencia a Dios no es el resultado de una mano férrea que se impone con rudeza, emana del poder de la fe, el resultado de que Dios ama primero y enamora con su profundo amor, que fue revelado en Jesucristo. El creyente verdadero anhela en lo más profundo de su ser vivir en obediencia, la única manera de retribuir en amor al amor de Dios.
Les deseo un día muy bendecido.
“Es mejor decir la verdad que duele y luego sana, que la mentira que consuela y luego mata”. A.R.