Porque el siervo del Señor no debe ser contencioso, sino amable para con todos, apto para enseñar, sufrido; que con mansedumbre corrija a los que se oponen, por si quizá Dios les conceda que se arrepientan para conocer la verdad, y escapen del lazo del diablo, en que están cautivos a voluntad de él. 2 Timoteo 2:24-26 RVR1960
Queridos amigos, como dijo el Señor Jesucristo: la mies (cereal que está maduro para ser recolectado) es mucha pero los obreros son pocos, rueguen al Señor de la mies, que envíe obreros a su mies (Mateo 9:37 – 38).
Una de las escenas de la vida de Jesús, que me conmueve, es la de Mateo 9:35 – 36. Jesús solía recorrer largas distancias para cumplir con su ministerio. Visitaba predicando y sanando no solo las ciudades grandes y ricas, sino las aldeas pobres y lejanas.
La gente lo seguía por curiosidad, para ver los milagros que hacía o para recibir un milagro, y no muchos como sus discípulos siguiendo su doctrina. La Biblia menciona que no era poca gente la que le seguía, en realidad se trataba de muchedumbres, recordemos, por ejemplo, que cinco mil hombres fueron alimentados, si sumamos mujeres y niños, quizás superaban los diez mil.
Jesús, al ver las multitudes, tuvo compasión de ellas; porque estaban desamparadas y dispersas como ovejas que no tienen pastor. Eran multitudes de hombres que perecen por falta de conocimiento (Oseas 4:6), porque a pesar de tener a Jesús delante de sí, su corazón no hacía otra cosa que rechazarlo.
Así como Jesús miraba con ojos de misericordia a la muchedumbre que se apretujaba alrededor de Él, los creyentes, que servimos al Señor, debemos ser compasivos. Amables y pacientes con aquellas personas que nos dan la oportunidad de escucharnos para que les presentemos la verdad del Evangelio.
Es una responsabilidad muy importante la de trabajar dignamente para el Señor, por ello la conducta del convertido en acción evangelizadora debe ser pacífica y mansa, la enseñanza jamás debe derivar en una discusión o contienda, porque se empieza a debatir esgrimiendo argumentos necios. La enseñanza y la corrección amables sobre las cosas de Dios han de tener sus buenos frutos.
Existen personas que se muestran dispuestas a escuchar, pero para ellas solo se trata de una oportunidad para entrar en discusión sobre sutilezas religiosas. Lo mejor es no discutir y menos tratar de imponer criterios. Dejemos en manos de Dios a estas personas, Él sabrá qué hacer.
Nada hagamos por contienda o por vanagloria; antes bien con humildad, estimemos cada uno a los demás como superiores a nosotros mismos (Filipenses 2:3). Los hombres de Dios deben huir de todo lo malo y seguir la justicia, la piedad, la fe, el amor, la paciencia, la mansedumbre (1 Timoteo 6:11), cuanto más sigan lo bueno estarán más alejados de lo malo.
El buen trato y comportamiento es parte del ser cristiano, pero no garantiza buenos resultados ante los impíos. Solo Dios es quien obra soberanamente para arrepentimiento sobre sus escogidos. El creyente estuvo sujeto al lazo del diablo en otro tiempo; gracias a su arrepentimiento y conversión es libre del yugo del pecado y de las influencias del maligno. Sabe que los inconversos están atrapados en la peor trampa, aquella que es del diablo, y en amor desea liberarlos, sabiendo que solo Dios es quien puede bendecirlos con el regalo de la gracia.
Nadie puede escapar de la esclavitud del diablo, si no es a través del arrepentimiento genuino, y para ello es imprescindible el Evangelio, que es poder de Dios para conversión y salvación. La fe llega por el oír la palabra de Dios (Romanos 10:17), ¿y cómo creerán en Dios sin haber oído de Él, y cómo oirán sin haber quien les predique? (Romanos 10:14).
Para eso estamos los obreros siervos de Dios, que efectivamente somos pocos y tenemos un enorme reto ante la abundante mies. Que Dios nos bendiga.
Les deseo un día muy bendecido.
“Es mejor decir la verdad que duele y luego sana, que la mentira que consuela y luego mata”. A.R.