Él solamente es mi roca y mi salvación; Es mi refugio, no resbalaré mucho. Salmos 62:2 RVR1960
Queridos amigos, para ser convertido en cristiano es imprescindible la cruz de Jesucristo.
La única respuesta que tiene Dios al problema del hombre es su hijo Jesucristo, quien derramó su preciosa sangre en la cruz para remisión de pecados y quien murió en la cruz para que muramos junto con Él al pecado. Es por eso que Pablo escribe: ya no vivo yo, más Cristo vive en mi.
Entonces, ¿qué significa el término convertido? Es curioso cuánta misericordia tiene Dios para con nosotros pecadores, permitiendo que digamos que “nos hemos convertido a Cristo” cuando en realidad la obra completa la realiza solamente Él.
La conversión comienza cuando somos crucificados conjuntamente con Cristo Jesús en la cruz del calvario. Es preciso morir para poder convertirse en cristiano, el viejo hombre con su herencia adámica no tiene la más remota posibilidad de acercarse a Dios. Debe nacer un nuevo hombre y esa es la verdadera conversión, ¿nos damos cuenta que en ese proceso nuestro aporte es nulo?
Ahora bien, a través de la sangre somos limpiados de pecados y por tanto, podemos ser justificados para vida nueva, lo cual implica que la sangre de Jesucristo nos limpia por completo, de lo pasado, lo presente y lo por venir. Así mismo, morimos al pecado, es decir, somos liberados de la esclavitud del pecado e iniciamos una nueva vida espiritual con un espíritu regenerado por el Espíritu Santo.
La pena, en cierta manera, es que no dejamos nuestra carcasa, es decir que seguimos en la carne cómo seres caídos nacidos en este mundo. Esto implica que al continuar en nuestra carnalidad también seguimos pecado.
La diferencia está en que al ser nacidos de nuevo nuestra condición de esclavitud del pecado cambió a libertad, por lo tanto, nos damos perfecta cuenta de nuestros pecados, el Espíritu Santo nos da convencimiento pleno de pecado, y como por arte de magia tenemos el anhelo de perseverar en la fe, obviamente podemos decidir transgredir la ley de Dios y pecar, además que como también expresa Pablo parafraseando, justo ese mal que no quiero hacer lo hago.
Ahora podemos entender las palabras del salmista cuando dice no resbalaré mucho. Es consciente que Dios ha obrado un cambio radical en su ser y en su vida, sin embargo su naturaleza caída carnal no ha cambiado, y por tal motivo seguirá pecando, pero gracias a Dios cada vez menos y toda vez con arrepentimiento y dolor en el corazón.
Tenemos la santidad como resultado, ser santo, en el caso del hombre espiritual, significa vivir, lo más posible, alejado del pecado, y es en esa tarea en la que debemos perseverar. Pablo nos dice en Colosenses 1:22-23: “en su cuerpo de carne, por medio de la muerte, para presentaros santos y sin mancha e irreprensibles delante de él; si en verdad permanecéis fundados y firmes en la fe, y sin moveros de la esperanza del evangelio que habéis oído, el cual se predica en toda la creación que está debajo del cielo; del cual yo Pablo fui hecho ministro.”
Para que todo eso sea posible tenemos a nuestro maravilloso Señor quién es roca firme, seguro refugio y maravillosa salvación.
Alabemos, de día y de noche, alabemos al Dios y Padre, Santo y bendito, Rey de reyes, Señor de señores que nos bendice y obra con tanta bondad y misericordia sobre nosotros.
Les deseo un día muy bendecido.