Porque ¿quién soy yo, y quién es mi pueblo, para que pudiésemos ofrecer voluntariamente cosas semejantes? Pues todo es tuyo, y de lo recibido de tu mano te damos. 1 Crónicas 29:14 RVR1960
Queridos amigos, en el caso de obras públicas concluidas los líderes políticos actuales en nuestros pobres países hacen poner grandes letreros donde se puede ver el valor de la inversión ejecutada y una gran foto en señal clara de a quién hay que agradecer.
Aparecen como si ellos hubiesen donado los fondos y como si ellos en persona se hubieran dedicado a realizar tan necesaria obra. En otras palabras se jactan de sus supuestos méritos para terminar apareciendo como héroes del pueblo.
Pasando a una obra digna de jactancia: Solo podemos hacer volar nuestra imaginación para concebir la magnificencia del templo mandado a construir por Salomón hijo de David.
Las cantidades de materiales preciosos insumidos que se describen en la Palabra son gigantescas, y con certeza no se ha realizado otra obra parecida hasta ahora. Se trata de inmensa riqueza invertida en tan majestuosa obra, que sin embargo, no alcanza ni a la medida más pequeña de las inescrutables riquezas de Jesucristo.
En lugar de jactarse de ofrendas tan significativas, David agradeció a Dios en solemne oración. Dentro de la oración de David lo más destacable es la muerte a su ego, es decir su orgullo, ante Dios; el rey guerrero poderoso y fuerte diciendo que en verdad él y su pueblo no eran nada como para ofrecerle algo a su Señor es un gran acto de humillación. Reconocía con suma humildad que todo lo que tenían había venido de Él, y que solo le estaban devolviendo lo que Él les había dado de su mano.
Podemos leer en el Salmo 50:10-12, escrito por el mismo David, la forma en que Dios manifiesta ser el dueño de todo diciendo que si tuviera hambre no se lo diría al hombre porque suyo es el mundo entero y todo lo que hay en él. De igual manera el apóstol Pablo expresa en Romanos 11:36 que de Él, y por Él, y para Él, son todas las cosas.
Entonces el pensamiento del hombre espiritual debe seguir siempre a la Palabra, porque, como dice una vez más Pablo en 2 Corintios 3:5, “no que seamos competentes por nosotros mismos para pensar algo como de nosotros mismos, sino que nuestra competencia proviene de Dios.”
El hombre natural se place en atribuirse grandes logros y realiza ostentosos eventos para reconocer y premiar sus avances. La tentación del orgullo es la que campea en el mundo, todos anhelan llegar a ser alguien, a tener un nombre que les permita ser reconocidos. Por eso no es de sorprenderse que los famosos sean tan bien recibidos por donde van mientras son famosos y que también sean olvidados y sustituidos con frecuencia y muy rápidamente por nuevos ingresos.
En contraposición el hombre espiritual no se fija en los logros del hombre, porque sabe que solo son sombras de la obra de Dios, así como David es consciente de que sin la intervención de su Señor nada sería posible. Vive agradeciendo a su Dios y Padre por todo, sabiendo que nada le puede dar, sino el hacer Su voluntad en sumisa obediencia.
Dios es la fuente de todas las cosas y el humano ha sido designado para la administración de las cosas que Él ha puesto en este mundo. Él ha delegado la mayordomía de los asuntos terrenales al hombre. El ser humano debe hacerse responsable por el buen uso de lo recibido de Dios, a sabiendas que no es otra cosa que un administrador Suyo.
Por lo tanto, el mal uso y abuso de los recursos, el maltrato, el hurto y el engaño de los políticos, empresarios y otros que se benefician malamente será juzgado por el Propietario. Solo los que anhelan acercarse al reino de Dios son los que serán mejores administradores, como lo fue David.
Vivamos para alabar a Dios, exaltemos sus maravillosas obras y glorifiquémosle como hacedores de su santa Palabra.
Les deseo un día muy bendecido.