Pues si por la transgresión de uno solo reinó la muerte, mucho más reinarán en vida por uno solo, Jesucristo, los que reciben la abundancia de la gracia y del don de la justicia. Romanos 5:17 RVR1960
Queridos amigos, la dura realidad del hombre natural es su condición caída, pues por la transgresión de un solo hombre, Adán, la humanidad entera está destinada a la condenación en la eternidad.
El pecado de uno solo dio curso a que la muerte entrase en el mundo. La humanidad en su totalidad desciende físicamente de Adán, todos nacemos como parte de su familia y estamos destinados a perecer gracias a su herencia.
Somos herederos de una naturaleza pecaminosa, por lo cual nos constituimos en seres caídos, y tenemos arraigado el pecado dentro de nuestro ser, por lo tanto, vivimos pecando y nos hacemos merecedores del justo juicio y castigo de Dios.
Como linaje de Adán nos parecemos mucho a él en su condición caída. Cristo es llamado el segundo Adán, y el primer Adán es descrito por el apóstol Pablo como un tipo de Cristo. Existe una analogía (opuesta) entre ambos.
Todos somos afectados negativamente por el acto de desobediencia de Adán y podemos ser afectados positivamente por el acto de obediencia de Jesucristo.
Adán transgredió voluntariamente en desobediencia, pero Cristo se entregó voluntariamente en obediencia para borrar las transgresiones de muchos. El pecado del primero trajo muerte y condenación, en tanto que el sacrificio de Cristo trajo justificación y vida.
En Adán estamos destinados a condenación y muerte, ese es el fin de todo hombre natural no regenerado. En Cristo podemos ser justificados y vivir, si por fe llegamos a creer en Él como nuestro Señor y salvador, su obra redentora consigue cambiar el final de la historia a la que estamos destinados.
La vida que Cristo nos ofrece es una vida especial y maravillosa, no se compara en absoluto con la vida terrenal, llena de obstáculos y dificultades. Es aquella vida que emana de la justificación, en contraposición a la terrible condenación y muerte como consecuencia del pecado.
Es una vida nueva en una relación eterna con Dios, donde la paz, el gozo, el amor y las bendiciones son para siempre. La muerte reina sobre los pecadores no redimidos, pero el hombre espiritual nacido de nuevo vivirá reinando en la libertad de Cristo.
Todos morimos la primera muerte, que es física y también la segunda, que es espiritual por nuestra relación con Adán, pero si a través del don de fe conseguimos una relación con Cristo viviremos una nueva vida espiritual durante esta vida y después de nuestra muerte física.
La gracia de Dios ha abundando en muchos por medio de Cristo Jesús; a pesar de ello, el hombre natural no se esfuerza prácticamente nada por salir de la esclavitud del pecado, decide libremente con su libre albedrío continuar bajo el dominio del pecado y su consecuente resultado de condenación y muerte.
Solo Cristo salva, busquémoslo antes de que sea demasiado tarde. Ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro (Romanos 8:39).
Les deseo un día muy bendecido.
“Es mejor decir la verdad que duele y luego sana, que la mentira que consuela y luego mata”. A.R.