¿Puede el etíope mudar su piel, o el leopardo sus manchas? Así ustedes, ¿podrán hacer el bien estando acostumbrados a hacer el mal? Jeremías 13:23 NBLA.
Queridos amigos, nos encontramos ante una pregunta realizada por el profeta Jeremías aproximadamente 600 años antes del nacimiento de Jesucristo, que no ha perdido vigencia en absoluto.
La Biblia suele ser descrita como un libro antiguo para antiguos, sin embargo, su validez es tan actual como el último libro que acaba de salir de la imprenta. Debe comprenderse que para la verdadera sabiduría que viene de lo alto no hay tiempos ni edades, pues es eterna.
Jeremías lanza una pregunta retórica, cuya respuesta definitiva es “no”. El leopardo no puede mudar sus manchas, tampoco el hombre puede cambiar el color de su piel. Tanto las manchas del leopardo como el color de piel del hombre son condiciones naturales que son imposibles de cambiar con la propia fuerza.
De igual manera los conejos no pueden comer carne y los leones no se pueden alimentar de maíz. Y un león no puede “conejisarse” cuando no hay carne para no morir de hambre comiendo grano. Su naturaleza está claramente definida.
Asimismo la naturaleza del hombre natural fue definida a partir de la caída de los primeros padres Adán y Eva. Se trata de la naturaleza caída heredada gracias al pecado cometido, que lo pone en una condición de pecador, que no puede cambiar por su propia fuerza.
El hombre natural no está en posibilidad de vivir alejado del pecado, por más que se esfuerce no puede abandonar su condición de obstinado pecador. Pero el punto más dramático es que por la dureza de su corazón tampoco le interesa alejarse de manera genuina de su manera habitual de vivir.
El hombre natural peca, pero no solo por las influencias externas, sino porque su corazón está sometido a la esclavitud del pecado, nace y vive como esclavo del pecado. Ni siquiera aquel deseoso de alejarse del pecado del mundo, viviendo solo en la punta de un cerro deja de pecar, pues sus pensamientos lo traicionan más temprano que tarde.
Para el humano es moralmente imposible cambiar un corazón de piedra por uno de carne, es decir un corazón endurecido por el pecado por uno ablandado por el arrepentimiento. Un corazón de carne representa a un alma limpia y transparente, en tanto, que un corazón de piedra es el resultado de un alma oscura y contaminada.
Gracias a Dios Todopoderoso y su maravillosa gracia las manchas del leopardo pueden ser mudadas, el corazón de piedra es cambiado por uno de carne, y los esclavos del pecado son hechos libres.
No hay poder que pueda interferir cuando la gracia de Dios entra en acción. Ni el pecador más obstinado ni la mayor degradación de pecado pueden resistirse al poder de la gracia. La gracia conlleva el don de fe para creer en Jesucristo como Señor y salvador y la poderosa participación del Espíritu Santo en la regeneración del espíritu, de tal manera que el hombre natural es convertido en hombre espiritual, es decir una nueva criatura, que recién puede y quiere vivir alejada del pecado.
En la época de Jeremías ninguna amenaza pudo mover al pueblo al arrepentimiento. Como esclavos del pecado estaban sometidos a morir en dicha esclavitud. Si bien Dios no rechaza a quienes le buscan genuinamente, no hay quien se vuelva a Dios con sinceridad sin la obra de su divina gracia.
Consolémonos en que no hay nada imposible para Dios, el hombre es limitado pero Dios no. Volvámonos a aquel que tiene el poder para cambiar y salvar.
Les deseo un día muy bendecido.
“Es mejor decir la verdad que duele y luego sana, que la mentira que consuela y luego mata”. A.R.