Seis cosas aborrece Jehová, Y aun siete abomina su alma: Los ojos altivos, la lengua mentirosa, Las manos derramadoras de sangre inocente, El corazón que maquina pensamientos inicuos, Los pies presurosos para correr al mal, El testigo falso que habla mentiras, Y el que siembra discordia entre hermanos. Proverbios 6:16-19 RVR1960
Queridos amigos, las amonestaciones que Dios da a lo largo de la Biblia y en especial en el libro de Proverbios están dirigidas a nuestro diario vivir.
Anecdóticamente, el otro día conversaba con una persona que describía los movimientos extremadamente lentos de un perezoso y se me ocurrió decirle que el nombre que se le había puesto al animal era injusto, porque Dios lo había creado para ser lento y nada podía hacer al respecto.
Por otro lado están los que pueden hacerlo todo y se comportan de manera perezosa y falsa, especialmente contra éstos están dirigidas las amonestaciones de Dios.
Llamativo el pensamiento, que los que nada hacen (perezosos) serán condenados y tanto más los que hacen mucho mal. No hay nadie que deje de hacer o haga todo sin premeditada intención. Lo doloroso es que su perdición ya está declarada y aparecerá sin el menor aviso.
Los pecados descritos son los que Dios más abomina, se tratan de acciones contra Dios y contra la vida humana. Dios quiere que tengamos bienestar, y parte fundamental para lograrlo es evitar cada una de las acciones que Dios desprecia.
¿Ya nos hemos puesto a pensar si estamos actuando acorde a lo que Dios quiere? ¿Quizás hemos empezado por pensar en otras personas que se comportan así o asá? Escudriñemos nuestros corazones con toda honestidad y esforcémonos por no hacer lo que a Dios no le gusta.
Debemos odiar en nosotros lo que Dios odia, porque si solo lo hacemos en las otras personas, estamos actuando de manera hipócrita.
Quizás nos podamos salvar de alguno de los pecados de la lista, pero se me hace imposible pensar que haya alguien en este mundo, que no haya cometido (y esté cometiendo) varios de ellos en el transcurso de su vida. Para muchos son costumbres arraigadas en su forma de ser y proceder. Lo más doloroso es que las ven tan normales, que cuando se les llama la atención, se sorprenden preguntando, qué lleva a hacer tanto aspaviento.
Si somos convertidos oremos, velando atentamente para dejar de cometer semejantes actos abominables para Dios y desaprobemos estas acciones donde las veamos.
Él no convertido quizás pueda dominar exteriormente algunos de estos pecados, pero necesita del poder de Dios obrando sobre él para desarraigarse de dicho mal. El poder de Dios se encuentra en el Evangelio, quien lo oye puede llegar a convertirse, es preciso reconocerse pecador y arrepentirse.
Guardemos estas palabras vertidas por Dios en nuestro corazón y si fuera preciso atémoslas a nuestro cuello para tenerlas siempre presentes.
Les deseo un día muy bendecido.