Porque todo lo que es nacido de Dios vence al mundo; y esta es la victoria que ha vencido al mundo, nuestra fe. 1 Juan 5:4 RVR1960
Queridos amigos, a través de la Biblia se puede ver lo que muchos hombres y mujeres de fe hicieron, y aquello que consiguieron, lo realizaron gracias a la maravillosa fe.
La fe verdadera nos conduce a creer en Jesucristo como nuestro Señor y salvador. A través de la fe iniciamos una relación en amor con Dios. La fe hace que no solo creamos en Él, sino que también Le creamos.
El primer paso para poder tener una relación con Dios es la regeneración a través del poder del Espíritu Santo, se trata del nuevo nacimiento a una vida nueva espiritual. Con su espíritu traído a vida, el hombre recién está en condiciones para iniciar una relación de carácter espiritual con el Creador.
Solo el nacido de Dios puede vencer al mundo. Si existe la necesidad de vencer al mundo es porque el mundo es un gran enemigo, que envuelve en sus lazos de pecado, y sin el poder de Dios actuando sería imposible liberarse de dicha opresión.
No se puede cambiar al mundo, pero es posible salir airoso de la batalla de su dominio, gracias a la fe es posible vivir alejado de él.
Los cristianos vivimos en este mundo, pero ya no somos del mundo, porque hemos cambiado de ciudadanía. A partir del nuevo nacimiento hemos sido hechos hijos de Dios, Él nos ha adoptado y nos ha otorgado la ciudadanía del cielo. Por lo tanto, somos espiritualmente foráneos en este mundo en que vivimos.
Sin embargo, el mundo sigue generando influencia negativa sobre nosotros, porque a pesar de haber abandonado su ciudadanía, seguimos viviendo en él en la condición en la que nacimos físicamente, la condición carnal opuesta a la espiritual.
Gracias a Dios contamos con la bendición del escudo de la fe para protegernos de los embates del mundo. Si miramos hacia Dios con ojos de fe, veremos en Él el todo, podremos ver Su amor para con nosotros y el amor que hemos de profesar por Él, entenderemos por qué hemos de ser obedientes, pues es la única manera de manifestar nuestro amor por Él y vencer al mundo.
Fe sin amor y correspondiente obediencia sería una fe muerta, como diría Santiago. La estrecha relación entre fe, amor y obediencia es imprescindible e imposible de separar para ser un buen cristiano. La fe nos lleva a amar a Dios, ese amor nos conduce a amar también a otros, especialmente a los hermanos en Cristo Jesús, y a la obediencia de sus mandamientos, esas normas santas, buenas y justas, que es tan bueno cumplir.
El mundo no quiere que amemos como Dios manda. Si bien se jacta de la importancia del amor, no se trata del amor de Dios, el cual pide entrega total, muriendo a uno mismo, pero el mundo quiere amar a su manera egoísta.
Por la fe somos hechos uno con Cristo Jesús, motivo por el cual participamos de su victoria sobre el mundo y Él es más poderoso que aquel que está en el mundo (1 Corintios 15:57). Solo un cristiano hijo de Dios, que vive en Cristo y está dotado de fe verdadera puede vencer al mundo, nadie más en el mundo por más espiritual que se diga puede vencer al mundo.
El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. El que venciere, le daré a comer del árbol de la vida, el cual está en medio del paraíso de Dios; no sufrirá daño de la segunda muerte; yo le daré la autoridad sobre las naciones y será vestido de vestiduras blancas; y no borraré su nombre del libro de la vida, y confesaré su nombre delante de mi Padre, y delante de sus ángeles; yo lo haré columna en el templo de mi Dios, y nunca más saldrá de allí; y escribiré sobre él el nombre de mi Dios, y el nombre de la ciudad de mi Dios, la nueva Jerusalén, la cual desciende del cielo, de mi Dios, y mi nombre nuevo; le daré que se siente conmigo en mi trono, así como yo he vencido, y me he sentado con mi Padre en su trono. (Apocalipsis 2:7, 2:11, 2:26, 3:5, 3:12 y 3:21).
Les deseo un día muy bendecido.