No hurtarás. Deuteronomio 5:19
Queridos amigos, distinguir con claridad qué le pertenece a otra persona nos da la pauta para cumplir con este mandamiento.
Si bien hurtar y robar son sinónimos y el mandamiento es inclusivo para ambos términos, es importante diferenciarlos desde la perspectiva legal y sus consecuencias. El hurto es un delito que consiste en el apoderamiento ilegítimo de una cosa mueble ajena realizado sin violencia, mientras que el robo conlleva el uso de violencia, fuerza o intimidación en las personas.
Todos en este mundo tienen alguna posesión, la propiedad es un derecho dado por Dios. Apoderarse de cualquier posesión ajena representa, entonces, una violación al derecho otorgado por Dios, no importando si es un hurto de bagatela o un robo a mano armada.
La intención de Dios de prohibir que se hurte o robe es para preservar la santidad de la propiedad y seguramente para prevenir el caos que se generaría si pudiésemos tomar libremente todo lo que se nos antoje.
Este mandamiento nos puede parecer muy obvio, sin embargo, su alcance no solo se circunscribe a lo material.
Lo más usual es que se hable de hurto refiriéndose a lo material, que puede ser dinero, objetos de valor, ropa, muebles, enseres, terrenos, casas, etc. Sin embargo, el hurto de lo intangible puede tener consecuencias mayores viendo que estos bienes representan valores mucho más grandes.
En ese sentido se puede hurtar la identidad, la reputación y el prestigio, los pensamientos e ideas, la confianza construida con tiempo y esfuerzo, entre otros.
Así mismo, existen otras formas de hurto como el engaño mediante el cual se busca apropiarse de los bienes de otros, los negocios fraudulentos, la falta de pago de impuestos, el peso falso, la mala mercadería, la usura, no pagar lo que se debe, no devolver lo que nos prestamos, incrementar los precios de manera innecesaria, billetes y productos falsificados o adulterados, etc.
Veamos algunos pasajes que refuerzan lo dicho:
“El peso falso es abominación a Jehová; Mas la pesa cabal le agrada.” Proverbios 11:1,
“Así ha dicho Jehová el Señor: ¡Basta ya, oh príncipes de Israel! Dejad la violencia y la rapiña. Haced juicio y justicia; quitad vuestras imposiciones de sobre mi pueblo, dice Jehová el Señor. Balanzas justas, efa justo, y bato justo tendréis.” Ezequiel 45:9-10,
“No tendrás en tu bolsa pesa grande y pesa chica, ni tendrás en tu casa efa grande y efa pequeño. Pesa exacta y justa tendrás; efa cabal y justo tendrás, para que tus días sean prolongados sobre la tierra que Jehová tu Dios te da.” Deuteronomio 25:13-15,
“Quien su dinero no dio a usura, Ni contra el inocente admitió cohecho. El que hace estas cosas, no resbalará jamás.” Salmos 15:5
La codicia nos lleva a hurtar, el espíritu codicioso que domina a muchos es el que impele a conseguir cosas a cambio de nada o a costa del esfuerzo de otros. El pecado de robar casi siempre conlleva otros pecados, como la violencia y la mentira.
El mandamiento es amplio y completo por lo que no solo cubre los actos de robarle al hombre, sino también los de robarle a Dios.
En una gran mayoría de congregaciones se demanda el diezmo obligatorio, aduciendo que si no se cumple se le estaría robando a Dios. Esa normalmente es una demanda hecha por pastores asalariados, que no se ven en las Escrituras.
El diezmo es un elemento mal utilizado en estos tiempos, porque era una exigencia para el pueblo de Israel del Antiguo Testamento y en mi opinión ya no lo es para el pueblo de Dios que está compuesto por gentiles y judíos, en el Nuevo Testamento no se ve ninguna referencia a que el creyente deba diezmar, por lo tanto, si no diezma no está robando nada a nadie.
Otra cosa es que tengamos el anhelo de ofrendar y queramos libremente dar lo que nuestro corazón nos dicte. Las ofrendas son las que deben sostener la Iglesia (no necesariamente edificaciones e infraestructura) y deben servir para ayudar a otros. Si pecamos de avaricia le estamos robando a Dios.
Dios nos da todo lo material que poseemos y espera que seamos buenos administradores de lo suyo. Si damos con liberalidad a los que necesitan, ya sea como ofrenda o no, tengamos la certeza que estaremos administrando bien lo que el Señor nos brinda.
Les deseo un bello día, acompañados de nuestro Señor Jesucristo.