Porque Jehová tu Dios es fuego consumidor, Dios celoso. Deuteronomio 4:24 RVR1960
Queridos amigos, recuerdo con claridad diáfana una escena de mi vida de niño de unos 12 años.
Al lado de la casa donde habitaba vivían unos perros que ladraban a la caída de una hoja, la idea de fastidiarles era muy atractiva y mi maldad me acompañaba. Un buen día se me ocurrió tirarles un petardo para molestarles y escuchar después del estruendo de la explosión los ladridos desesperados de canes, no sé si asustados o furiosos.
Se tornó en una actividad recurrente y en sumó divertida, hasta que el dueño de los perros se dio el trabajo de ir a buscar al causante de tanto estrépito. Me cogió desprevenido y me dio un sopapo para luego hacerme subir a su motocicleta, diciéndome con voz amenazante que me llevaría a la policia.
Lloré durante varias cuadras pidiendo perdón y clemencia, convencido que terminaría en una húmeda y sucia celda. El justiciero, antes de dejarme ir, me dio una última amenaza, imprecándome que no me daría otra oportunidad si volvía a importunar a sus animales.
Tengan por seguro, mis queridos lectores, que no me hubiera atrevido a realizar tal travesura si hubiese sabido con quién me tenía que enfrentar. Les cuento esta anécdota para graficarles lo que sucede cuando personas insensatas osan enfrentarse con un Dios como el que nos creó.
Curioso cómo pueda sonarnos, no se trata de una situación para minimizar el hecho de que Jehová sea un Dios celoso y nada menos que fuego consumidor. Cuando sabemos lo que eso implica y discernimos nuestro pecado, lo menos que podemos hacer es ponernos a temblar.
Si podríamos tomar en serio este versículo no nos atreveríamos a pecar contra el Padre celestial, tomando conciencia especial de nuestras obligaciones ante Él. La buena noticia, eso es lo que significa la palabra Evangelio, es que también estamos ante un Dios misericordioso, quien se apiada de los pecadores y les perdona sus injusticias.
El pecador debería morir consumido por el fuego de Dios, sin embargo Él nos presenta una salida victoriosa a dicha muerte a través de otra muerte sustituta, la de Jesucristo en la cruz, quien muere por los pecadores que en Él creen y que le reconocen como Señor y salvador.
Por otro lado comprender el significado de la palabra celoso en el contexto de Dios es imprescindible para entender que no se trata de celos parecidos a los humanos. Los celos son una pasión humana que por ejemplo se da a través de un sentido de posesión que una persona tiene por otra, o cuando un profesional se ve agredido dentro de su espacio y llega a sentir celos por otro profesional que está destacando más que él.
Se trata de pasiones que tarde o temprano terminan en situaciones de pecado. Considerando que Dios nunca peca y que tampoco está sujeto a ningún tipo de pasión, el ser celoso significa que no tolera el pecado, especialmente aquel pecado de idolatría.
Por tratarse de un Dios celoso, Él no acepta que se le sustituya por ídolos, los cuales pueden ser imágenes o estatuas o elementos que se utilicen para reemplazar a Dios poniéndole de lado, olvidando su verdadera dimensión y relevancia. Dios tampoco requiere ni acepta intermediarios que puedan actuar en su nombre para llegar a los hombres.
Guardémonos de enfrentar a un Dios airado por los celos causados por nuestro pecado idolátrico.
En el mundo cristiano muchos andan convencidos que Dios es un Ser de puro amor y que jamás podría hacer algo en contra del pecador, precisamente por esa su condición de papito bueno. ¡Vaya equivocación!
En la Biblia no encuentro ninguna garantía para que los pecadores no arrepentidos vayan a ser perdonados y por tanto, dejen de ser juzgados y castigados. Las arras de la promesa son solo para los pecadores de corazón arrepentido, que viven agradeciendo a Dios por su misericordia y gracia, y que buscan ser obedientes por amor a quien les amó primero. Lo único que le podemos ofrecer al Creador es nuestra fidelidad a través de la obediencia para no herir la santidad de un Dios infinitamente santo y bueno.
Les deseo muchas bendiciones del maravilloso Dios que nos creó.