He aquí, de Jehová tu Dios son los cielos, y los cielos de los cielos, la tierra, y todas las cosas que hay en ella. Deuteronomio 10:14
Queridos amigos, es común oír que lo que algunas personas han logrado poseer ha sido con mucho trabajo, sudor y hasta lágrimas.
Por otro lado está el dicho, que el dinero atrae al dinero, lo cual implicaría que la riqueza de algunos se puede multiplicar sin mayor esfuerzo.
También escuché decir a alguien «esto es mío, me lo gané con esfuerzo y nadie me lo quita».
Tanto los unos como los otros están absolutamente seguros que lo que poseen es completamente suyo, además que están respaldados por el estado y sus leyes. Adicionalmente poseen documentos que los certifican e identifican como legales propietarios de sus preciados bienes. Nadie debería poder quitarles nada.
Entonces, ¿en qué queda que de Jehová nuestro Dios son todas las cosas que hay en esta tierra?
Dentro de los términos legales existe una figura que se llama estelionato, que es el acto de ceder o vender una cosa ajena, es decir que no es de uno, tratándola como propia. Bajo esta figura legal todos estaríamos infringiendo la ley, porque todo lo que poseemos se lo hemos comprado a alguien, o alguien nos lo ha cedido, y si todo es pertenencia de Dios, estamos tratando como propio lo que no es de ninguno de nosotros.
Para el mundo esta es una escena de locura, ¿cómo un cristiano desubicado es capaz de acusarles de un delito de esa magnitud? Claro que no es una acusación, es una simple conjetura, para hacer pensar a algunos que no tenemos el mundo comprado.
Tantos casos se han hecho públicos, en los cuales personas muy acaudaladas que lo perdieron todo, por ejemplo en la caída de las bolsas por la ruptura de una burbuja financiera, terminaron en el suicidio. ¡Tal la confianza puesta en lo material!
Para todos los de este mundo es sencillo aceptar el dicho bíblico que del polvo venimos y al polvo volvemos, es decir que nada material traemos y nada material nos podemos llevar de esta vida, a lo sumo habrá algunos que se jacten de ser los más ricos del cementerio.
Los que somos creyentes sabemos que nada de lo que supuestamente poseemos es en verdad nuestro, por más papeles que existan para demostrar lo contrario. Sabemos que lo que tenemos es posesión del Dios Padre y que nosotros somos meros administradores suyos.
Aquí viene a colación la parábola de los talentos ((Mateo 25:14-30), Dios podría, con todo derecho, pedirnos cuentas sobre lo que nos dio y cómo lo administramos. Dado que todo es de Él, incluso podría pedirnos cuentas sobre todo lo que no son cosas, como ser nuestra pareja y nuestros hijos.
A través de la enseñanza de la Palabra podemos concluir que nada es nuestro y todo es de Jehová, nuestro Dios. Somos absolutamente dependientes de Él, aunque algunos se resistan con todas sus fuerzas a aceptar tal realidad, porque hasta el aire que respiramos y no vemos es de Él.
Nos queda someternos con gozo y paz a su soberana voluntad, porque hasta el gozo y la paz vienen de Él. Temamos a Dios con máxima reverencia, amémosle con todo el corazón, andemos por sus caminos sin desviarnos, sirvámosle con alegría y guardemos sus mandamientos para poder, algún día, ver sonreír su maravilloso rostro.
Les deseo un día brillante, iluminado por la estrella resplandeciente de la mañana, que es nuestro Señor Cristo Jesús.