Mucha paz tienen los que aman tu ley, Y no hay para ellos tropiezo. Salmos 119:165 RVR1960
Queridos amigos, me pregunto si el hombre tiene realmente la capacidad de llevar adelante una vida en paz.
Desde las épocas antiguas el hombre vive en contiendas y disensiones, para no hablar de guerra.
La naturaleza humana se caracteriza por tender a discutir y a pelear, ya sea por defender un pensamiento, una posición o un espacio.
Mucho se habla de la paz mundial y tampoco se ven muchos avances en ese sentido.
Si bien las grandes guerras parecen cosa del pasado, siguen habiendo múltiples zonas de beligerancia y apenas termina la pelea en una, comienza en otra.
Adicionalmente el terrorismo, la guerrilla, el tráfico de armas y el narcotráfico son factores que alejan la paz de la vida de las personas.
¿A qué se debe todo esto? La respuesta se encuentra en la maldad del hombre, que en términos de Dios se llama pecado.
De ninguna manera quiero decir que el hombre es tan malo como pudiera ser, ya que también vemos muchos actos de bondad en él. Sin embargo, es el pecado del hombre el que determina los actos que llevan a la destrucción de la paz.
La Biblia describe al hombre como esclavo del pecado, es decir que se encuentra sometido al dominio del pecado.
El hombre natural no percibe la esclavitud bajo la cual se encuentra y se deja llevar por sus pasiones y ambiciones, exacerbando su pecado para luego obtener las conocidas consecuencias, que pueden ir en escalada desde un nivel personal, pasando a un nivel grupal, y así sucesivamente hasta llegar a un nivel nacional y terminar en el nivel mundial. Todo esto está escrito en los anales de la historia y también es parte del diario vivir actual.
Podemos ser liberados de la esclavitud del pecado a través de la obra redentora de Jesucristo en la cruz. Él se sacrificó para vencer al pecado y para que los que en Él creen puedan ser liberados de tan pesado yugo.
Una vez liberados del pecado comenzamos una vida nueva, en la cual pasamos a amar la ley de Dios.
Eso nos lleva a desear cumplir los mandamientos de forma celosa. Recién en ese nuevo estado tendremos paz verdadera y no querremos contender y nos acercaremos cada vez más a amar a nuestro prójimo e incluso a nuestro enemigo.
Bajo el amor de Dios, amaremos su ley y nuestros corazones no buscarán la discusión ni la pelea, de esa forma la paz reinaría por siempre.
El Evangelio es el instrumento de Dios para la conversión de muchos, escuchémoslo con máxima atención.
Que Dios nos bendiga con su gracia para que encontremos paz.