Santificaos, pues, y sed santos, porque yo Jehová soy vuestro Dios. Y guardad mis estatutos, y ponedlos por obra. Yo Jehová que os santifico. Levítico 20:7-8 RVR1960
Queridos amigos, desde que nacemos somos programados para nuestra vida futura, nuestros padres anhelan que seamos independientes y ojalá exitosos.
En estos tiempos los niños con posibilidades comienzan a edad muy temprana su vida de aprendizaje y para ser un profesional reconocido es prácticamente imprescindible poseer un título de posgrado.
Vemos que la inversión de tiempo para capacitarse y ser algo en la vida es cada vez mayor. 2 años de guardería, 2 años de preescolar, 12 años de colegio, 4 años de universidad, 2 años de posgrado suman 22 años de vida que las personas dedican a su capacitación para luego ser lanzados al mundo laboral.
Por otra parte no conozco a nadie que haya invertido ese tiempo en esa época de su vida para estudiar la Palabra con el fin de capacitarse para la vida eterna.
El apóstol Pablo en Filipenses 2:12 nos dice que nos ocupemos en nuestra salvación con temor y con temblor. En este caso ocuparse se refiere a trabajar en algo sin cesar y hasta terminar. No es otra cosa que la responsabilidad del creyente en ser obediente a la Palabra durante su camino de santidad. No pensemos que se trata de hacer obras para salvación. Las obras se hacen como consecuencia de ser salvos.
Dios requiere santidad y Él provee para que durante nuestro pasar por esta vida con la ayuda del Espíritu Santo y de las Escrituras podamos ir creciendo en santidad. Para eso es fundamental que el creyente tenga una actitud de temor y temblor, es decir tener el gran anhelo de no querer ofender a Dios a través del pecado y mostrar una profunda reverencia para con Él.
Ser santo no implica el dejar de pecar y estar quietito con las manos juntas y una aureola a la vista con expresión contemplativa. Ser santo significa vivir alejado del pecado.
La condición carnal del hombre impide dejar de pecar, a pesar de haber nacido de nuevo no dejamos de vivir en un cuerpo de carne y hueso, lo cual conlleva a seguir pecando. El Espíritu Santo nos bendice otorgándonos conciencia y convicción de pecado, lo cual hace que cada pecado que cometemos nos duela y pidamos perdón a Dios por herir su santidad.
Guardemos los estatutos de Dios y pongámoslos por obra, Él nos ayudará a hacerlo porque Él nos santifica.
Les deseo un lindo día en obediencia y que nuestro poderoso Dios les bendiga.