No aborrecerás a tu hermano en tu corazón; razonarás con tu prójimo, para que no participes de su pecado. No te vengarás, ni guardarás rencor a los hijos de tu pueblo, sino amarás a tu prójimo como a ti mismo. Yo Jehová. Levítico 19:17-18 RVR1960
Queridos amigos, cada vez que me confrontó con el mandamiento de amar a mi prójimo como a mí mismo, debo admitir que me avergüenzo ante Dios porque me cuesta cumplirlo.
Por otra parte me siento en sumó bendecido porque no aborrezco a nadie en mi corazón o por lo menos eso es lo que creo con firmeza. Lo cual no quita de mi el deseo de venganza que tengo en algunas situaciones pequeñas y quizás tontas a los ojos de los hombres, pero no así a los ojos de Dios.
Aborrecer es una palabra muy fuerte, que significa detestar enormemente algo o a alguien. Me pregunto si alguno me puede decir que no ha detestado a otro con vehemencia en algún momento de su vida, quizás lo esta aborreciendo en este momento.
Aborrecer a alguien en el corazón es la simiente para realizar acciones de odio y por lo tanto ya es pecado. Cuán sabio es el dicho bíblico que de la abundancia del corazón habla la boca.
Este pasaje me recuerda a las situaciones donde una madre se encuentra con su hijo pequeño en casa extraña y se pasa el tiempo diciéndole al niño: no toques, no hagas, no grites, no comas con la boca abierta… Leí que para algunos la Biblia es el libro de los «no». Si bien el concepto es errado, no deja de tener una analogía con la historia de la madre porque los humanos nos comportamos como niños malcriados ante Dios y es necesario que Él nos eduque, reprenda y castigue.
En Mateo 5:22 vemos con claridad de qué nos hacemos culpables cuando nos enojamos o insultamos al hermano, se trata de ser expuestos al infierno. Realmente debemos cuidar nuestro corazón.
La venganza es de Dios y de nadie más, Él es quien se encargará de juzgar y castigar (Romanos 12:19), por lo que nadie debe tomar venganza por sus propias manos.
Después de varios «no» finalmente dice que es necesario amar al prójimo como a uno mismo. Esto es en sumó destacable porque Jesús mismo lo valida en Mateo 19:19, si se cumple con este mandamiento se cumple con todos los otros mandamientos, se trata de una regla general para la vida cristiana.
El apóstol Pablo destaca que el que ama al prójimo, ha cumplido la ley (Romanos 13:8 y Gálatas 5:14).
La consigna es clara, hay que amar al prójimo para ser obediente al Señor. Amor se define en este contexto cómo afecto o estima, entonces se puede decir que amar a nuestro prójimo es tenerle en alta estima, evitando engañarle, mentirle, robarle, injuriarle, darle mal trato, odiarle y así sucesivamente, si lo hacemos habremos cumplido con la ley.
Que Dios les guíe en su diario caminar