He aquí vienen días, dice Jehová el Señor, en los cuales enviaré hambre a la tierra, no hambre de pan, ni sed de agua, sino de oír la palabra de Jehová. Amós 8:11 RVR1960
Queridos amigos, aquellos que desean ser obedientes al Señor y se esfuerzan por difundir el Evangelio para que por el poder de la Palabra muchos se puedan convertir, estarían muy felices de tener una audiencia con hambre y sed de oír la palabra de Dios.
El versículo 11 del capítulo 8 del libro de Amós suena atractivo, pues vienen días en los cuales Dios enviará hambre y sed de oír su Palabra. Qué creyente no se alegraría de una situación como esa, pues todo convertido anhela en su corazón el máximo bien para todos (píos e impíos), es decir la salvación de la muerte eterna.
Esto resulta atractivo cuando se saca el versículo fuera de contexto, lo cual es una práctica común en estos tiempos. Un error que nadie debería permitirse. Es necesario analizar las Escrituras desde la luz del contexto, la historia, la cultura, la geografía, la gramática, el idioma, etc.
Es lamentable, pero en realidad el hecho de que la gente vaya a tener hambre y sed de la Palabra será catastrófico, porque no hallará a Dios. Será demasiado tarde, su búsqueda será completamente infructuosa.
Tan increíble como parezca la mayoría de la gente de estos tiempos, al igual que el pueblo de Israel en los tiempos de Amós, no desea oír la palabra de Dios cuando los evangelizadores de ahora se la proclaman, en los tiempos antiguos Dios había designado a los profetas para tal tarea, y de igual o peor manera fueron rechazados.
El contexto del pasaje está relacionado al juicio de Dios para los pecadores que se gozan en su pecado, en ese entonces el pueblo de Israel, y en estos días todas las naciones. Debido a su ensimismada indiferencia Dios dijo que ni siquiera tendrían la oportunidad de solo escuchar su Palabra. Duro pero justo castigo.
Este castigo sería mucho peor que el hambre de pan y la sed de agua, y la muerte por inanición. Querrán comida y bebida espiritual pero no la hallarán. No disfrutarán del cuidado de Dios ni de su guía, pues ignoraron la existencia del Creador, y Él hará como si no existiese, permanecerá en completo silencio.
Aprenderán tarde que el hambre más seria no se puede saciar con comida, se necesita el Pan de vida. No hagamos de oídos sordos a los profetas (los evangelizadores, los que quieren hablarte de Dios) como lo hicieron los antiguos. En estos días tenemos la Palabra escrita a la mano, y si la leemos podemos escuchar la voz de Dios.
Es triste observar a la gente, incluidas personas cercanas, cómo busca la respuesta a su dolor, a sus problemas, a sus dudas, a sus vacíos en cualquier parte, ignorando el poder y sabiduría de la Biblia, palabra santa de Dios.
Uno se pregunta por qué tanto ensimismamiento en contra de las Escrituras, la respuesta es simple: no tienen ojos para ver ni oídos para escuchar, necesitan a Jesucristo con urgencia, y solo le pueden recibir a través del poder de la Palabra, pues la fe salvadora llega por el oír las buenas nuevas de Dios.
Si un ciego guía a otro ciego ambos caerán en el hueco, es por eso que se convierte en imprescindible la participación activa de los creyentes genuinos en la evangelización, además del amoroso direccionamiento hacia la Biblia, mostrándoles pasajes que hablan de los temas que los afligen o de las cosas sobre las cuales tienen dudas.
Quebrantamiento vendrá sobre quebrantamiento, y habrá rumor sobre rumor; y buscarán respuesta del profeta, mas la ley se alejará del sacerdote, y de los ancianos el consejo (Ezequiel 7:26). Es menester del cristiano ayudar a su prójimo a conocer el Evangelio antes de que lleguen tiempos de hambre y de sed y no haya qué comer ni qué beber.
Duele mucho ver perecer a un ser humano por inanición o deshidratación, pero mucho más doloroso será ver morir a alguien por falta de Agua de vida.
Les deseo un día muy bendecido.