Entonces le respondió: Ah, señor mío, ¿con qué salvaré yo a Israel? He aquí que mi familia es pobre en Manasés, y yo el menor en la casa de mi padre. Jueces 6:15 RVR1960
Queridos amigos, por definición la gloria es toda de Dios, en justicia corresponde que así sea, pues Él es el autor de todas las cosas, incluyendo las grandes obras del hombre, que sólo son un efecto de aquello realizado primero por Dios.
Y para su gloria Él no se vale de los grandes hombres, sino de aquellos pequeños e incluso insignificantes y débiles. Dios desarrolló a hombres que no impresionaban al mundo para sus grandes propósitos.
Nos encontramos ante la historia de Gedeón, un varón común y corriente, uno más de los muchos sin destacar por no tener nada en especial, además un hombre de fe débil. Pero Dios obra y se agrada convirtiendo al cobarde en valiente, al insignificante en destacado y al tímido en desenvuelto y decidido.
Cuando el Señor le manifestó su propósito a Gedeón, diciéndole que sería el salvador de Israel, éste reaccionó con humildad, expresándole con timidez que se consideraba muy poco a sí mismo, pues era de familia pobre y socialmente muy poco representativa, además era el menor en casa de su padre, lo cual implicaba que poco o nada poseía.
Sus pensamientos eran de humano. ¿Qué más se podría esperar de alguien que tenía conocimiento de la existencia de Dios, pero cuya fe no estaba desarrollada? Pensaba que para conseguir el propósito de Dios, debía ser de condición diferente, que lo que representaba no sería suficiente para que los israelitas lo siguieran. Lo que Dios le proponía era algo demasiado grande para él.
Sin embargo, Dios le ordenó que fuera con la fuerza que tenía, que sería suficiente. Gedeón se preocupó porque su falta de fe le hacía decir: “es imposible lograr lo que me pides Señor mío”. Y Dios le respondió “soy Yo, quien te está enviando, hombre de poca fe. Yo estaré contigo, no te abandonaré”.
Gedeón se reconocía a sí mismo como débil, y puso varias objeciones ante un pedido tan desmesurado para sus ojos humanos. Él podía ver sólo sus debilidades y limitaciones, no podía imaginarse a Dios obrando en él y a través de él.
La fe conduce a creer con firmeza en lo que Dios promete, pues, por fe, se sabe con certeza que Él es fiel y que cumple todas sus promesas. A Gedeón le prometió darle la fuerza necesaria para vencer al enemigo madianita, y Gedeón llegó a creerle.
Observamos que el poder de Dios actúa sobre todas las cosas. Le concedió fe a Gedeón, a partir de dicho sustento todo pudo fluir. Sin fe de nada hubiese servido que le diera muchas fuerzas o gran capacidad de liderazgo.
Dios demostró una vez más su infinito poder, puso a Gedeón a la cabeza de un minúsculo ejército, compuesto por apenas 300 hombres, para pelear contra miles de enemigos. Gedeón, gracias a Dios, pudo demostrar un espíritu esforzado y valiente ante el pueblo de Israel, y terminó siendo su exitoso liberador.
Dios no escogió a un líder fuerte, valiente y decidido para hacer valer su poder, porque toda la gloria es de Él. Si Gedeón hubiese creído tener el valor y la fortaleza suficientes para liberar a Israel, pensando que la participación de Dios no sería necesaria, habría fracasado.
Somos llamados a servir a Dios, como Gedeón. Que la historia nos sirva de ejemplo para no poner excusas, pues el Señor nos da las fuerzas y los elementos suficientes para emprender la obra que Él quiere. No es necesario recordarle nuestras limitaciones, el poder lo tiene Él.
Les deseo un día muy bendecido.
“Es mejor decir la verdad que duele y luego sana, que la mentira que consuela y luego mata”. A.R.