¡Pídanle al Señor que llueva en primavera! ¡Él es quien hace los nubarrones y envía los aguaceros! ¡Él es quien da a todo hombre la hierba del campo! Zacarías 10:1 NVI
Queridos amigos, en la ley laboral boliviana existe la figura del derecho adquirido. Si una empresa otorga un beneficio a sus trabajadores durante un determinado tiempo y después decide cortarlo, los trabajadores pueden asumir que es un derecho adquirido y exigir la continuidad del beneficio.
De similar manera los humanos asumimos que la gracia común de Dios es un derecho adquirido y damos por sentado, que saldrá el sol, lloverá o soplará el viento para limpiar el aire. La gracia común es una parte de la gracia de Dios a través de la cual Él otorga a los humanos en general innumerables bendiciones que no son parte del plan de salvación. Dios en su bondad bendice, demostrando una actitud favorable para con toda la humanidad en su conjunto, hace salir el sol sobre malos y buenos y hace llover sobre justos e injustos (Mateo 5:45).
Así mismo, es paciente con todos. La paga del pecado es muerte (Romanos 6:23), pero casi nadie muere inmediatamente después de pecar. Quienes tienen convicción o convencimiento de pecado saben de la paciencia de Dios.
Los corazones de los hombres destilan perversidad y si no fuera por la obra de gracia común de Dios de refrenar su maldad, ya no existiría la raza humana. Sin la restricción del mal por parte de Dios hace mucho que no habría civilización alguna sobre la Tierra. Pero así como restringe, también libera al hombre para que sea tal cual es, en la medida de su condición caída. El apóstol Pablo escribió en su epístola a los Romanos: los entregó a una mente reprobada para hacer cosas que no convienen (Romanos 1:28).
En estos tiempos podemos observar cómo Dios está liberando a las personas a su pecado. Es doloroso observar cómo la degradación va penetrando poco a poco en la sociedad. Gracias a Dios todavía hay hombres (impíos) capaces de realizar buenas acciones a favor de su prójimo.
Además de la bondad de Dios para brindar la gracia común, otro argumento es que Él desea que su plan soberano se cumpla y no se vea frustrado por la maldad del hombre.
El hombre moderno confía más en la ciencia que en el poder de Dios, aunque en general no duda en afirmar que Dios es todopoderoso. Prefiere explicar los sucesos naturales a través del método científico, en vez de pensar en que Dios puede obrar de manera sobrenatural.
Es evidente que el hombre ha generado grandes avances tecnológicos, gracias a la mente que Dios le ha dado. Puede conseguir que llueva mediante la tecnología, pero no está dispuesto a pensar que está en manos de Dios.
En la antigüedad la gente acudía a los ídolos, ahora acude a la ciencia, aunque una opción suene muy primitiva y la otra se vea más coherente con los tiempos, en el fondo no existe gran diferencia entre una y otra. El resultado es el mismo: poner a Dios como opción desesperada, es decir al último.
Las mejores bendiciones no son aquellas terrenales, pero todos desean abundancia terrenal. Una prioridad del humano es no pasar hambre y se da por sobrentendido que tendremos alimentos, pues quienes tienen dinero pueden comprar cuánto quieran. Pero cuando el desabastecimiento empieza a rondar la actitud cambia radicalmente.
Dios es quien da y quien quita, lo veamos o no, lo creamos o no. Entonces, ¿no es coherente dirigirse en humilde sumisión a quien nos puede dar cuanto necesitamos? No solemos preocuparnos por la lluvia hasta que hay escasez de agua. ¿No debería ser una actitud constante agradecerle a Dios en oración por su gracia (común) y por sus misericordias?
Agradezcamos a Dios, reconociendo en Él al único autor del bienestar. Él puede traer la lluvia y hacer brillar el sol, según lo que necesitemos. Ya lo dijo el apóstol Pablo: Yo planté, Apolos regó; pero el crecimiento lo ha dado Dios (1 Corintios 3:6).
Les deseo un día muy bendecido.
“Es mejor decir la verdad que duele y luego sana, que la mentira que consuela y luego mata”. A.R.