Pero en el Señor, ni el varón es sin la mujer, ni la mujer sin el varón; porque así como la mujer procede del varón, también el varón nace de la mujer; pero todo procede de Dios. 1 Corintios 11:11-12 RVR1960
Queridos amigos, en una conversación con un querido sobrino me vi sorprendido por el concepto que éste tenía sobre la Biblia, no dudó en afirmar que su contenido era de un arcaísmo inaplicable a estos tiempos.
Con mucha pena debo manifestar, que no logré convencerlo de que el contenido de la Palabra escrita de Dios es tan vigente hoy como en el día en que se escribió. Me consuelo orando por él con la esperanza de que el Espíritu Santo le pueda abrir los ojos espirituales algún día.
Esta forma de pensar no se limita a mi sobrino, pues incluso entre quienes se dicen cristianos existe resistencia ante pasajes de las Escrituras, especialmente del Antiguo Testamento. Está de moda ir en contra de los convencionalismos creados por el hombre, entonces, ¿por qué no ir en contra de lo “pasado de moda” dicho por Dios?
La mujer fue creada de la costilla del varón, algo visto como una fábula, pero indiscutible para los creyentes verdaderos. Y fue hecha para que fuese ayuda idónea del varón (Génesis 2:18-23), no su ayudante subordinado, sino en un sentido de ayuda indispensable sin la cual le sería imposible sobrevivir al varón solo.
Es interesante hacer hincapié en las palabras de Adán: Esto es hueso de mis huesos y carne de mi carne; esta será llamada Varona, porque del varón fue tomada. Ante una declaración tan profunda podemos observar que Adán veía en su pareja idónea a una persona prácticamente igual a él en derechos, es decir que no se veía superior a ella, ni lo era. De igual manera el hombre descendiente de Adán no es superior a la mujer, aunque históricamente muchos se hayan esforzado por demostrar lo contrario.
La Biblia pone al varón en condición de autoridad sobre la mujer, pero no de superioridad. El apóstol Pablo escribió bajo inspiración divina: Quiero que sepan que Cristo es cabeza de todo hombre, y el hombre es cabeza de la mujer, así como Dios es la cabeza de Cristo (1 Corintios 11:3). Las casadas deben estar sujetas a sus maridos, como al Señor; porque el marido es cabeza de la mujer, así como Cristo es cabeza de la iglesia, la cual es su cuerpo, y Él es su salvador. Así que, como la iglesia está sujeta a Cristo, así también las casadas lo estén a sus maridos en todo (Efesios 5:22-24).
La cultura patriarcal – autoritaria consolidada alrededor de estos versículos de ninguna manera hace justicia al mensaje bíblico de equidad entre ambos sexos. Lo que sí existe es la diferencia de roles, además de la diferencia en el diseño de Dios para varón y hembra. Se trata de una relación de equidad complementaria.
Cuando elegimos a una autoridad, no elegimos a alguien superior a nosotros, sino a una persona con características tales que en nuestro concepto puede dirigirnos hacia condiciones mejores. El marido cristiano amante de Dios cuenta con las características para ser cabeza de hogar y ser autoridad sobre su familia, sabe perfectamente que no es superior y que incluso se debe humillar cuando corresponde.
Es autoridad, pero con mansedumbre, misericordia y con un alto sentido pacificador, es alguien con hambre y sed de la justicia de Dios. Ese es el carácter del hombre cabeza de la mujer. Si un varón cree que por solo ser de sexo masculino ya se ganó la posición de cabeza del hogar, es una burda mal interpretación de la Palabra.
Quien no esté dispuesto a pedir perdón por sus pecados, que no entienda la necesidad de humillarse ante Dios y los hombres, que no busque la paz y la justicia con mansedumbre, podrá presumir ser la cabeza de la mujer, pero no estará cumpliendo dicho rol de autoridad con la complacencia de Dios.
Sin la complementariedad entre sexos sería imposible la existencia de la humanidad. Hombres y mujeres se necesitan mutuamente, aunque especialmente en estos tiempos muchos(as) digan lo contrario. La solidaridad entre hombre y mujer es esencial, Dios en su diseño perfecto los hizo el uno para el otro. El fin de la pareja creada por Dios es también de consolación y bendición mutua.
Todo procede de Dios, por tanto, Él merece toda gloria y el hombre debe someterse a Él, así como la mujer piadosa debe sujetarse a su marido creyente.
Les deseo un día muy bendecido.
“Es mejor decir la verdad que duele y luego sana, que la mentira que consuela y luego mata”. A.R.