Dulce será mi meditación en él; Yo me regocijaré en Jehová. Sean consumidos de la tierra los pecadores, Y los impíos dejen de ser. Bendice, alma mía, a Jehová. Aleluya. Salmos 104:34-35 RVR1960
Queridos amigos, en esta ocasión les invito a hacer memoria si en algún momento se han puesto a pensar: “cuando tenga más tiempo me dedicaré a mi vida espiritual”, “si tuviera más tiempo leería la Biblia, oraría más y en general le serviría más a Dios”.
Si lo han hecho y no se han dado el tiempo, algo está fallando porque la vida espiritual es de lejos más esencial que la física, a pesar de parecer lo contrario.
¿Qué es una eternidad al lado del majestuoso y omnipotente Señor de los ejércitos comparada con una vida pasajera en este mundo de tribulación?
Tomemos el ejemplo del salmista. Podemos ver que está centrado en Dios, él muestra sus emociones humanas, pero no está centrado en si mismo. Dios lo es todo para él.
Quiere que su meditación sea del agrado del Señor, desea alegrarse en el Dios magnificente, quiere vivir para su gloria, le ama profundamente. La obra de Dios y sus atributos maravillosos son merecedores de toda su honra, alabanza, exaltación y gloria.
Ahora volvamos a nosotros, ¿tenemos esos anhelos y sentimientos en nuestro corazón?
Si la respuesta es negativa, implica que es necesario nacer de nuevo, es decir reconocer a Jesucristo como Señor y salvador, arrepentirse y pedir perdón por los pecados cometidos, ser perdonado y justificado por el Padre celestial y recibir el bautismo en el espíritu.
El lograr reconocer a Cristo Jesús como Señor y salvador es un acto de fe, la cual es un don de Dios (Efesios 2:8). El perdón nos los da el Padre a través de la justificación de nuestro pecado por la muerte sustituta de Jesús en la cruz. El Espíritu Santo obra sobre nuestro espíritu y lo lleva a vida nueva de estar muerto en delitos y pecados (Efesios 2:1), ese es el bautismo en el espíritu.
Si tenemos en el corazón la “espinita” de buscar a Dios debemos tomarnos el tiempo para leer su palabra y orar, sabiendo que es lo más importante para nuestra vida actual y futura en la eternidad.
Cuando Dios nos concede la verdadera fe salvadora, se trata de un don para siempre, que comienza con un proceso de humillación y quebrantamiento, ante Dios, a causa del pecado y termina en un gran anhelo de ser obediente y de querer vivir para la justicia de Dios.
De nuevo con el salmista, él no esperará hasta su muerte para tener una eternidad y glorificar a Dios, se tomará todo el tiempo necesario mientras vive. El salmista es un adorador de Dios en el ahora, en el aquí y seguramente en la eternidad, obtiene comunión con Dios y la disfruta, en realidad se eleva en sublime deleite.
No creo que ningún creyente se regocije por el sufrimiento de los impíos, y lo que dice el salmista suena muy duro. Esas palabras expresan más bien un celo especial por la gloria de Dios, porque los que rechazan a Dios van en contra de Su gloria. Todo creyente tiene en el corazón que anhela vivir para la gloria de Dios y por tanto resiste al mal.
Finalmente podemos ver algo muy interesante, es la primera vez que la palabra Aleluya aparece en la Biblia, se trata de una voz de júbilo para bendecir, dar amor, honra y tiempo de su vida con todo su ser al maravilloso Dios creador de todas las cosas.
Gritemos en este día ALELUYA y empecemos a vivir para la gloria de Dios. Que tengan un día muy bendecido.