Y se acercó Abraham y dijo: ¿Destruirás también al justo con el impío? Quizá haya cincuenta justos dentro de la ciudad: ¿destruirás también y no perdonarás al lugar por amor a los cincuenta justos que estén dentro de él? Génesis 18:23-24 RVR1960
Queridos amigos, conocemos historias de personas que fueron injustamente encarceladas, incluso fueron injustamente ejecutadas.
Estoy seguro que en alguna ocasión hemos visto películas que nos han hecho sufrir conjuntamente con el reo y hemos llegado a preguntarnos cómo puede haber tanta injusticia en el mundo?
El caso de injusticia en extremo es el de Jesucristo, quien fue vituperado, insultado, escupido, maltratado, azotado, difamado y finalmente asesinado en la peor muerte imaginable, muerte de cruz.
El ser más justo que pisó la tierra fue crucificado sin que exista un veredicto real en su contra, Él nunca pecó, lo cual significa que nunca trató mal a nadie, nunca pensó mal de nadie, nunca habló mal de nadie y así sucesivamente nunca, nunca, nunca.
Pasando al ámbito espiritual, ¿puede alguien tirar la primera piedra diciendo que él o ella siempre hizo el bien, es decir que nunca pecó?
Si ha existido una sola persona que siempre hizo el bien, esa fue Jesucristo, porque del resto nadie se salva del pecado. La Palabra dice que todos los humanos, incluidos los convertidos, están pasando o han pasado por la esclavitud del pecado.
No nos sorprendamos cuando Jesús dice en Marcos 10:18 que bueno no es nadie, sino sólo Dios, y por otra parte Pablo nos dice en Romanos 3:10, que no hay tampoco ni uno justo en esta tierra.
Podemos, entonces, concluir que ningún humano que haya pasado por este mundo o esté viviendo en él se puede declarar justo y decir que no es merecedor de juicio y castigo por haber herido la santidad de Dios con sus actos pecaminosos.
Abraham imploraba a Dios en la creencia de que en Sodoma había hombres justos, no muchos, pero los había. Es muy humano que nos preocupemos por los de nuestra especie, especialmente cuando en nuestro corazón habita el Señor.
Sin embargo, el resultado es que Sodoma fue destruida junto con Gomorra y todos sus habitantes. Fue un ejemplo del juicio santo y justo de Dios sobre los pecadores que herían su santidad y que por la dureza de su corazón no se arrepentían.
Seamos agradecidos con el Señor por no proceder de la misma manera con nosotros, porque sin duda lo merecemos tanto o más que los habitantes de las ciudades destruidas. Desde nuestra perspectiva es una maravilla que Dios sea lento para la ira y además es el Señor de las misericordias, no una sino varias.
Apresurémonos a arrepentirnos y convertirnos, pidámosle al Dios Padre Todopoderoso que nos bendiga con el don de fe y que podamos creer en el corazón y declarar con la boca, que Jesucristo es nuestro Señor y salvador, y que además resucitó de entre los muertos para que nosotros a través de su sacrificio podamos tener vida eterna.
Que Dios les bendiga y les guarde, que La Paz del Señor los acompañe.