Porque he aquí, viene el día ardiente como un horno, y todos los soberbios y todos los que hacen maldad serán estopa; aquel día que vendrá los abrasará, ha dicho Jehová de los ejércitos, y no les dejará ni raíz ni rama. Mas a vosotros los que teméis mi nombre, nacerá el Sol de justicia, y en sus alas traerá salvación; y saldréis, y saltaréis como becerros de la manada. Malaquías 4:1-2 RVR1960
Queridos amigos, antes de la Segunda Guerra Mundial se inició una persecución a los judíos en la Alemania Nazi. Muchos predecían que las cosas irían a empeorar aún más y otros tenían fe de que más bien mejorarían.
Se vaticinaba la llegada de la guerra, había algunos que con claridad veían su llegada a través de todos los indicios políticos, económicos y sociales, además de ver que con la llegada de la guerra el futuro de los judíos sería aún más incierto.
Hubo unos pocos que supieron discernir la situación y tomaron la buena decisión de abandonar la Alemania Nazi a tiempo. Estoy seguro que la decisión no era nada fácil, había que desechar una vida hecha para construir un nuevo futuro. Valía la pena correr ese riesgo menor, en contraposición al final horrible que tuvo la mayoría al terminar en campos de concentración.
El profeta Malaquías profetiza lo que les sucedería a los soberbios y a los que hacen maldad. Suena muy duro, pero esta lluvia nos moja a todos nosotros, no solamente al pueblo israelita.
Así como los judíos de la Alemania Nazi no tuvieron ojos para ver el gran peligro que se avecinaba, los israelitas a quienes estaba dirigida la exhortación del profeta no tenían oídos para escuchar el terrible fin que Jehová estaba preparando para todos los que no andaban bajo el temor de Dios.
Así como ellos, nosotros también vivimos sumidos en nuestro diario vivir, sumergidos en nuestras preocupaciones, buscando solucionar nuestros problemas en nuestra propia fuerza. Cuando nos va bien de igual manera nos olvidamos de lo relevante y vivimos recordándonos lo buenos que somos, alabando nuestra capacidad e inteligencia.
Dejamos de ver y oír lo importante, dejamos de oír las palabras del profeta, para continuar en nuestro ritmo, sin detenernos ni un momento ni siquiera para pensar si vale la pena analizar lo que el profeta nos dice.
¿Qué es lo que pasa? ¿Por qué nos es tan difícil escuchar? ¿Por qué seguimos viviendo bajo soberbia y maldad?
La respuesta se encuentra en la incapacidad del hombre natural de poder ver y oír lo espiritual.
La naturaleza del hombre es egoísta y el humanismo le hace centrar sus pensamientos en cómo disfrutar de la vida lo más posible, se distrae totalmente de lo importante. De ahí el famoso dicho latino «carpe diem» acuñado por el poeta Romano Horacio, que significa «vive cada momento de tu vida como si fuera el último». Podemos ver que no ha cambiado mucho desde la antigua Roma.
Lo penoso es que dentro de ese pensamiento Dios no tiene cabida. El cristiano dice «haz todo lo que hagas como si fuera para el Señor».
Nos parecerá extraño, pero no estamos dotados con la capacidad de poder volvernos de nuestra soberbia y de nuestro mal genuinamente, requerimos del poder de Dios obrando sobre nosotros.
El poder se encuentra en la Palabra de Dios, por eso es necesario oír el Evangelio, las buenas nuevas, para recibir el don de fe y poder convertirse y llegar a creer que Jesucristo es Señor y salvador.
A través del poder del Espíritu Santo podemos ser regenerados en espíritu a una vida nueva espiritual y bajo la condición de criaturas nuevas podemos reconocer en verdad, por una parte, cuán pecadores habíamos sido y por otra, que realmente no habíamos tenido la capacidad efectiva de volvernos verdaderamente humildes y buenos.
Entonces podremos arrepentirnos de nuestra soberbia y maldad y pedir perdón al Creador, para luego poder salir y saltar como becerros de la manada, felices y gozosos por contar con la bendición de gracia regalada por el Padre celestial.
Les deseo un lindo día y por favor lean la Palabra que es poder de Dios.