Tal vez se pregunten por qué cambié de planes. ¿Acaso piensan que hago mis planes a la ligera? ¿Piensan que soy como la gente del mundo que dice «sí» cuando en realidad quiere decir «no»? 2 Corintios 1:17 NTV
Queridos amigos, después de haber vivido más de una década en Europa, retorné a mi bello país para encontrarme con ciertas costumbres de las cuales me había desacostumbrado totalmente.
En una reunión de viejos amigos del colegio nació la idea de emprender un viaje entre todos. Las ideas y propuestas circularon con entusiasmo y todos acordamos que realizaríamos dicha excursión para los feriados de la Semana Santa que se aproximaba.
Yo fui el único inocente que creyó en lo planificado, pues llegado el momento me encontré ante una serie de diferentes excusas. Terminamos viajando mi familia y yo. Comprendí que los latinos tenemos mucho por aprender. No obstante, me mantengo en mi posición de creer en lo que la gente me dice.
Mucha gente está habituada a hacer compromisos o promesas a la ligera, y consecuentemente a no cumplir por el mismo motivo. La liviandad es parte de su carácter y están acostumbrados a actuar con ligereza y a que nadie los confronte.
El apóstol Pablo no era de carácter voluble, se caracterizaba más bien por esforzarse por vivir según el carácter de Dios, que es absolutamente confiable y fiel. Esa es la forma bajo la cual todos deberían conducirse, especialmente los hijos de Dios.
Pablo cambió de planes en cuanto a su visita a Corinto, porque comprendió que podría traer más males que bendiciones. Pensaba que el momento no era el adecuado, había crisis en la iglesia, las cosas andaban mal y la visita del apóstol tendría que ir acompañada de reprensión. Pero él anhelaba llevarles gozo y no tristezas.
Había quienes lo veían como un peligro, además de la incomodidad que había generado con sus exhortaciones en su anterior visita. Esta gente tomó el retraso en la visita de Pablo como ocasión para acusarlo de ser inconstante con la esperanza de quitarle o reducir la autoridad ganada.
El ministerio de Pablo reflejaba ser sólido y estable. Habían suficientes testigos y testimonios como para garantizar su consistencia y fidelidad hacia su Señor, y que Dios también obraba a través de él.
Pablo se dejaba guiar por el Espíritu Santo y por el especial amor hacia la iglesia. No actuaba de manera vacilante, sin saber cuál sería su siguiente paso. Es el caminar que todo creyente verdadero debería tener, en la medida en que su comunión con el Espíritu Santo se vaya desarrollando y según su entrega y obediencia para con Dios vayan creciendo.
Pablo estaba siendo acusado de ser poco confiable y su integridad estaba siendo fuertemente cuestionada. Tuvo que defender su honorabilidad de creyente, arguyendo que un fiel servidor de Dios no puede ser voluble e inconstante. Ese sería un terrible engaño para los corintios, pero mucho más para Dios.
Sus detractores se aprovecharon de la ocasión para manifestar que actuaba según la carne, es decir sin los principios de Dios y que además hacía promesas que después no cumpliría. Estas son las oportunidades que los enemigos de Dios toman al vuelo para poner en duda la credibilidad de los creyentes.
Es por eso que debemos aferrarnos al ejemplo de Pablo para que nuestro “sí” sea un “sí” verdadero y genuino y que nuestro “no” sea claro y contundente, cueste lo que cueste. Entonces es necesario reflexionar bien lo que se promete antes de comprometerse, es imprescindible verificar si estaremos en condiciones de cumplir antes de empeñar la palabra..
Estemos atentos de no caer en la tentación de decir “sí” cuando es “no” y viceversa. A la gente le mueven muchos motivos para decir un “sí” cuando deberían decir no. Comenzando por no querer herir los sentimientos, o hacer lo políticamente correcto, hasta no desear exponer sus debilidades, son distintas las razones que mueven a mentir y a demostrar inconsistencia.
De igual manera tengamos mucho cuidado de no caer en la tentación de no cumplir con nuestras promesas. Se pueden presentar motivos coherentes para no hacerlo, pero debemos preguntarnos, si la palabra empeñada solo se la empeñamos al hombre.
Les deseo un día muy bendecido.