¿Me he hecho, pues, vuestro enemigo, por deciros la verdad? Gálatas 4:16 RVR1960
Queridos amigos, la psicología moderna enseña que es necesario desahogarse, manifestando el contenido del corazón para liberarse de ciertas cargas y vivir más tranquilo. Dice que hay que liberarse.
El problema de aplicar esta práctica es que se puede incurrir en decir cosas que fluyen de un corazón contaminado, y la boca habla del contenido del corazón. Nunca debemos olvidar que el corazón humano es muy engañoso.
Decirle la verdad a alguien en el sentido bíblico no es mirar la paja en el ojo ajeno, es más bien realizar un justo juicio. Quien dice la verdad según la Biblia no lo hace porque se cree mejor, ni porque cree estar habilitado para juzgar.
La sana exhortación siempre conlleva el riesgo de no ser oída e incluso rechazada. Quien exhorta debe estar preparado a no ser popular entre quienes no saben recibir una exhortación. La gente no quiere ser reprendida, y se molesta, ya sea por su nivel de orgullo o por su falta de humildad.
El reprendido suele reaccionar desafiante ante la verdad que se ventila delante de él. Es una reacción natural del hombre caído, que no debería darse en el hombre espiritual, sin embargo, incluso el espiritual reacciona de inicio, hasta que discierne, que la exhortación es justa.
Al parecer el apóstol Pablo se habría hecho enemigo de los Gálatas por decirles la dura y cruda verdad. No estaban valorando el amor de Pablo, y tampoco querían recordar el gran aprecio que habían sentido por él.
No hay peor sordo que el que no quiere oír. Los Gálatas estaban abandonando el mensaje del evangelio y a su mensajero para seguir falsas doctrinas, que les parecían más creíbles y atractivas. Cuánto poder tienen los engañadores y cuánta necedad demuestran los engañados.
La insensatez del pecador induce a que odie la reprensión y al reprensor. En contraposición se encuentran los convertidos genuinos, que aman la reprensión en justicia y verdad. El salmista escribe al respecto: Que el justo me castigue, será un favor, y que me reprenda será un excelente bálsamo, que no me herirá la cabeza (Salmos 141:5) y el libro de los Proverbios complementa: No reprendas al escarnecedor, para que no te aborrezca; corrige al sabio, y te amará (Proverbios 9:8).
Hacer a un lado a quien exhorta por la comodidad de no escuchar sus palabras, conlleva el peligro de no escuchar la verdad dicha en amor. Es mejor meditar con humildad en todo lo que se nos dice, pues es posible que se encuentre piedras preciosas que nos ayuden a cambiar para seguir adelante en el camino de santidad.
El impío difícilmente creerá que la exhortación proviene de una sincera atención a las cosas de Dios. Sin embargo, el creyente debe saber que si su hermano en Cristo lo reprende, su intención es la de hacerle el bien. En muchos casos es más fácil ser aceptado por Dios que por los hombres, qué verdad más irónica y dura.
A veces el solo hecho de verse sorprendido ante un cambio en la buena condición conseguida, ya es motivo de desencuentro. Pablo les dijo a los Gálatas: Ustedes corrían bien; ¿quién los estorbó para no obedecer a la verdad? (Gálatas 5:7) y no tardaron en airarse.
Creer la verdad suele ser difícil, pues primero hay que digerirla y puede ser duro. También el Señor Jesucristo lo sufrió: Y a mí, porque digo la verdad, no me creen (Juan 8:45). Para pensar, ¿verdad?
Les deseo un día muy bendecido.