Y consultó Saúl a Jehová; pero Jehová no le respondió ni por sueños, ni por Urim, ni por profetas. Entonces Saúl dijo a sus criados: Buscadme una mujer que tenga espíritu de adivinación, para que yo vaya a ella y por medio de ella pregunte. Y sus criados le respondieron: He aquí hay una mujer en Endor que tiene espíritu de adivinación.” 1 Samuel 28:6-7 RVR1960
Queridos amigos, forzar las respuestas puede cambiar el resultado de las cosas, y mucho.
Como el supuesto enamorado que busca satisfacer su necesidad egoísta y acosa a su “amada” para que le regale un “sí”, fuerza al extremo y finalmente recibe un “no” por respuesta.
Estas situaciones se suelen dar cuando las personas buscan respuestas de manera desesperada, con mente y corazón inestables, que además suelen ocultar un doble discurso.
Su ansia de respuesta es tal que cuando la reciben y no es lo esperado, cambian de tenor y la amabilidad que demostraban hasta lograr su objetivo se suele transformar en desprecio y hasta odio.
Saul, el primer rey de Israel, estaba asustado por la llegada del ejército filisteo, la Palabra nos dice que su corazón se turbó en gran manera.
Estaba desesperado por saber cuál era el destino que les esperaba, muy probablemente se trataba más de su destino individual que el del pueblo.
Me imagino que buscó a Dios como cuando un empresario preocupado por algún problema llama a su abogado para que le preste un servicio; los impíos suelen ver con horror los problemas que se les presentan.
Su búsqueda estaba alejada de toda fe y reverencia, solo deseaba una respuesta que aplacara su miedo.
Deseaba obtener una respuesta de Dios por cualquier medio, le consultó de manera directa, a través de profetas y del Urim (se empleaba para determinar la voluntad divina en situaciones de importancia nacional para las cuales era necesaria la respuesta de Jehová).
Dios no se manifestó, callaba como única respuesta, y Saul en vez de humillarse y pedir perdón por sus pecados, y esperar en el Señor, decidió hacer exactamente aquello que él mismo había determinado como malo. El precepto de Dios indica que toda brujería y adivinación son motivo de muerte (Levítico 20:27, Deuteronomio 18:10-11).
No hacía mucho tiempo que Saul había decidido proscribir a los encantadores y adivinos, sin embargo en su estado de inestabilidad emocional, probablemente pensó que buscar una mujer con espíritu de adivinación era la mejor opción ante la ausencia de respuesta por parte de Dios.
Es curioso cómo es nuestra naturaleza caída, tenemos ojos para observar el pecado en otros pero no en nosotros mismos. De igual forma, cuando somos heridos por el pecado en alguna manera nos convertimos en su franco opositor, no porque lo aborrezcamos por tratarse de pecado en sí mismo, ni porque sintamos celo por la santidad de Dios.
Una vez más, Saul demostraba ser de necio corazón, iba a favor de lo que había estado en contra hasta hace muy poco, su desesperación le llevaba a tomar decisiones locas.
Saul estaba claramente desafiando a Dios al recurrir a una adivina, buscando consejo de la peor fuente posible. El único buen consejo es el que viene de Dios, Él es la mejor opción para buscar sabio consejo y de Él también viene el más dulce consuelo.
La adivina invocó a los espíritus y de manera inusitada Dios permitió que el ya muerto Samuel se presentara y le predijera el futuro a Saul, los muertos no retornan al mundo de los vivos menos conocen el futuro, pero en esta ocasión puntual Dios vio por conveniente que así fuera.
Si la agonía en el corazón de Saul ante el ejército amenazador de los filisteos era grande, fue mucho mayor cuando recibió la respuesta de Samuel que tanto anhelaba conocer, quien le dijo que al día siguiente estarían muertos él y sus hijos.
No permitamos que nuestra desesperación nos lleve a tristes decisiones, contrarias a la voluntad de Dios. Confesemos nuestros pecados y humillémonos ante el Señor, poniendo toda nuestra confianza en Él. Acerquémonos a Él con un corazón arrepentido, sabedores que nada merecemos y que sin embargo, Él nos bendice a través de sus atributos de misericordia y bondad infinitos.
Les deseo un bello día, acompañados de nuestro Señor Jesucristo.