Y Jehová respondió a Samuel: No mires a su parecer, ni a lo grande de su estatura, porque yo lo desecho; porque Jehová no mira lo que mira el hombre; pues el hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero Jehová mira el corazón.” 1 Samuel 16:7 RVR1960
Queridos amigos, muchos de nosotros nos hemos equivocado por guiarnos a través de las apariencias de las personas. Es por eso que el dicho popular “las apariencias engañan” es muy sabio.
En alguna ocasión oí decir “el ladrón iba bien vestido y era de buen parecer, increíble que haya sido un pillo”.
Con frecuencia nos formamos ideas preconcebidas sobre alguna persona en especial. Sin ir lejos, el otro día asistí a un evento donde vi unos cuantos jóvenes de cabello largo, lo cual generó un impulso de crítica en mi persona. Caí en la tentación de juzgar a uno de ellos por su apariencia de típico archiliberal y me imaginé el tipo de vida que llevaría, situación que llevó a que recibiera una llamada de atención por parte de mi querido hijo, que en estos días vive influenciado por la engañosa visión mundana de la tolerancia.
Tuve que recibir una justa reprimenda para después pedir perdón al Señor por mi actitud prejuiciosa, lo más duro fue que otro muchacho de los pelilargos demostró amable generosidad para conmigo, ofreciéndome una gorra, al ver que estaba sufriendo el castigo del sol de la tarde. Como se dice coloquialmente, me dejó callado…
Pude demostrarme una vez más que el prejuicio es un grave error, especialmente para el creyente, y que nuestro corazón engañoso combinado con lo que queremos ver, solo puede ser una bomba de tiempo.
Si bien nuestros ojos nos muestran cómo son los hombres por fuera, solo Dios puede saber lo que son realmente en su corazón.
Nos podemos creer expertos en analizar y conocer a las personas, pero no dejamos de tener un grado de parcialidad, el cual puede darse a través de nuestros gustos, de nuestra condición social, de nuestras afinidades, de nuestro estado afectivo y de otras situaciones o condiciones.
Samuel debía buscar un nuevo rey y muy probablemente se estaba guiando por la apariencia externa, pero recibió la advertencia de Dios, que no debería guiarse solo por lo que se ve.
Juzgar a la gente por su apariencia externa puede llevar a no tomar en cuenta a personas que tienen verdaderos valores internos.
Una vez más la perfección de Dios juega a nuestro favor, porque Él juzga por el carácter y los valores de las personas, por lo tanto, no es un juicio superficial, más bien es el resultado del perfecto conocimiento interior de las personas, como ser cuál es la predisposición de su corazón, la orientación de sus pensamientos y si tienen un genuino anhelo por las cosas de Dios.
Cualquiera puede ver nuestro rostro y es relativamente sencillo poner cara de yo no fui, ocultando nuestra verdadera personalidad, solo Dios sabe cómo somos por dentro, porque en muchos casos ni nosotros mismos lo sabemos.
Cuánto tiempo se invierte en conseguir una apariencia externa aceptable para los ojos del mundo, sin embargo, es poca la dedicación que se le pone a desarrollar el interior.
Para crecer internamente es preciso acercarse a Dios con un corazón dispuesto a ser obediente a su Palabra. El Señor valora la fe, la obediencia y el respeto para con Él más que toda inteligencia y belleza física externa.
Dios favorece con frecuencia a aquellos que son los menospreciados, pues al final son los que le buscan y anhelan amarle con todas sus fuerzas, mente, alma y corazón.
¿Estamos haciendo algo para mejorar nuestra condición interior? ¿Nos hemos propuesto ser mejores hijos, esposos, padres, amigos? ¿Deseamos en nuestro corazón ser benevolentes, bondadosos y buenos? Entonces nos queda hacer un análisis detallado de nuestro corazón a la luz de las Sagradas Escrituras y esforzarnos.
Tengan un día muy bendecido con Jesucristo como centro de sus vidas.