Entonces, ustedes como escogidos de Dios, santos y amados, revístanse de tierna compasión, bondad, humildad, mansedumbre y paciencia (tolerancia); soportándose unos a otros y perdonándose unos a otros, si alguien tiene queja contra otro. Como Cristo los perdonó, así también háganlo ustedes. Colosenses 3:12-13 NBLH
Queridos amigos, no me imagino algo más maravilloso que la bienaventuranza de ser escogido de Dios.
Nuestro Señor no nos pide grandes galas para que nos mostremos ante Él. Podemos estar vestidos en andrajos y bastante sucios exteriormente, para Él eso no es lo importante (aunque a nosotros por vanidad sí nos afecta, y mucho).
Ser santo bíblicamente no significa ser perfecto, sino vivir alejado del pecado. Al ser escogidos pasamos de una condición de criaturas de Dios a ser hijos amados de Dios.
Dios ama a su creación, pero ama aún más a sus hijos.
Dios ve nuestro interior y nuestras acciones condicionadas por nuestro amor a Él.
Él quiere que seamos misericordiosos. La misericordia cristiana no solamente se refiere a la inclinación a sentir compasión por los que sufren y ayudarles, sino también en ver el pecado del otro no como algo mayor al propio pecado, pensando cómo el apóstol Pablo, que yo soy el peor de los pecadores. Sentir misericordia por el prójimo implica no acusarle y amarle.
Dios quiere que seamos benignos, lo contrario de malignos. El benigno se caracteriza por mostrar comprensión, buena voluntad, simpatía y amor hacia el prójimo.
El orgullo es contrario a la humildad, el cristiano humilde se humilla, primero ante Dios y luego ante los hombres, recordemos a Jesús y como Él se humillo ante los hombres.
El manso es la antítesis del agresivo, la palabra dice que de los mansos será el reino de los cielos. No solo se requiere de dominio propio para cada vez ser más manso, sino la obra del Espíritu Santo en nuestras vidas.
La paciencia es el estado en que todo cristiano debe vivir, se trata de la espera del cumplimiento de todas las promesas del Dios fiel. La paciencia es necesaria cuando sabemos que solo Dios es quien cambia a las personas. Vivamos pacientemente.
Armados de misericordia, benignidad, humildad, mansedumbre y paciencia con certeza podemos aguantarnos los unos a los otros.
El perdón viene de la conjunción de los atributos antes descritos. Si vemos la ofensa de nuestro prójimo con misericordia, mansedumbre y humildad es seguro que el amor de Dios obrará en nuestros corazones y podamos perdonarle.
Si Cristo Jesús nos perdona a nosotros, grandísimos pecadores, nosotros debemos perdonar al que nos ofende. Suena coherente, cierto?
Que tengan un hermoso día, bendecido por la gracia de Dios.